viernes, 15 de diciembre de 2023

Toda la vida es sueño... y los sueños, sueños son


     Los seres humanos, como todos los mamíferos y la mayoría de los animales, necesitamos “dormir” para “reponer energías” tras una jornada cargada de estímulos que nos agotan tanto física como psicológicamente. Los beneficios del dormir son evidentes a nivel físico, pues funcionan como un “restaurador” de nuestros "procesos corporales": permiten que descansen nuestros "ojos y oídos" (nuestros exteroceptores básicos), relajan nuestras tensiones musculares y equilibran nuestra "columna vertebral", y permiten (en parte) descansar a nuestras neuronas y "relajar la conciencia". En la actividad de dormir se produce el “sueño”, que puede definirse como un “estado cíclico de la conciencia” (se repite cada 24 horas) que tiene una "duración" determinada (entre 6 y 8 horas) en el que se adopta una "postura" específica (normalmente horizontal... a pesar de que somos bípedos), disminuyen las respuestas a la estimulación externa y las respuestas motoras. Pero mientras dormimos “tenemos sueños” (nuestra mente produce “imágenes oníricas” totalmente ilógicas que aparentemente no tienen nada que ver con la "realidad consciente" propia de la vigilia), y esto es más difícil de explicar, como veremos a continuación.

     Durante el sueño se producen importantes “cambios fisiológicos” en nuestra actividad cerebral, una "disminución de las funciones corporales" y "cambios en el estado de la conciencia". Mientras soñamos, el pulso se acelera, la presión sanguínea y la respiración se hacen irregulares, y desaparece el tono muscular. Pero esto no nos aclara el enigma principal "¿Por qué soñamos?" Todavía ignoramos qué nos provoca los sueños y para qué nos sirven, si bien sabemos que "todos soñamos cada noche" (aunque no lo recordemos). El sueño puede ser una “respuesta adaptativa” a los acontecimientos del mundo exterior (al manifestar nuestras preocupaciones y sentimientos), o un medio de satisfacer los “deseos o emociones” no resueltas durante la vigilia. La ciencia aún desconoce todos los “procesos físico-químicos” que tienen lugar en el cerebro, pero sí sabe detectar sus manifestaciones: podemos reconocer nuestros estados psicológicos durante el sueño gracias a técnicas como el electrooculograma (EOG), que mide la actividad de los movimientos oculares, o el electromiograma (EMG), que analiza los movimientos musculares, pero el mejor sistema es sin duda el electroencefalograma (EEG), que consiste en medir la actividad eléctrica del cerebro, presentada en forma de “ondas” medidas en Hercios y clasificadas según su “frecuencia” o “ciclos por unidad de tiempo”.

     De acuerdo con los datos aportados por los EEG, sabemos que los sueños no constituyen un “proceso homogéneo y continuo”, sino que atraviesan varias “fases sucesivas y alternas”. Frente a la “fase de vigilia”, en la que la persona permanece despierta y atenta (ondas cerebrales “Alfa” de 8 a 13 Hz), la “fase de sueño" se caracteriza por una progresiva profundización en un estado de pérdida de conciencia, que podemos dividir en cuatro fases: la “Fase I” o “transición de la vigilia al sueño”, caracterizada por ondas cerebrales “Beta” de 14 a 21 Hz y que implican una disminución del latido cardíaco, relajación muscular y respiración irregular; la “Fase II” o “sueño ligero”, con ondas “Theta” de 4 a 7 Hz y aparición de “husos del sueño” y “complejos K” como respuesta a algún estímulo interno (digestión) o externo (sonidos); la “Fase III” o ”sueño profundo”, con ondas “Delta” de 0,5 a 3.5 Hz, en la que no se aprecian movimientos oculares y los músculos siguen relajados; y la “Fase IV” o “sueño profundo”, de máxima relajación a todos los niveles (es el momento en el que el sueño es “reparador”, porque restaura el cuerpo) y a cuya conclusión se produce una desescalada hacia las fases III, II y I, momento en el que se produce el “sueño paradójico” (cuando visualizamos “escenas oníricas” sin lógica ni sentido).

     Cada uno de estos "ciclos de sueño" dura aproximadamente 90 minutos, y todos solemos tener entre 4 y 6 ciclos por noche de sueño (en condiciones estándar). El análisis de las ondas cerebrales mediante EEG muestran dos estados básicos del sueño: el SOL (“sueño de ondas lentas”: las circunvoluciones externas del cerebro son de frecuencia baja y amplitud alta), que corresponde a las fases I, II, III y IV, y el SOR (“sueño de ondas rápidas” o de “movimientos oculares rápidos”, que hemos denominado “sueño paradójico”). La fase de sueño lento ocupa aproximadamente el 80% del tiempo, y la de fase sueño rápido (denominada fase REM en inglés: “rapid eye movement”) que es la que contiene las “imágenes oníricas”. La fase SOL sería un descenso progresivo, "escalón a escalón", desde el sueño más "superficial" hacia el más "profundo". La primera secuencia SOR/REM de la noche ocurre después de hora y media de sueño y dura unos diez minutos; en la segunda y tercera secuencia se producen episodios más cortos de sueño (hasta de unos pocos segundos); después de la cuarta y última secuencia del sueño SOR, que suele durar unos 30 minutos, el individuo se despierta. Si el sujeto recuerda el contenido de alguno de sus sueños suele ser de esta última secuencia.

     Nuestra “actividad mental” no desaparece completamente durante el sueño, y de hecho, las personas despertadas durante los sueños SOL suelen referir “ideas y pensamientos” (llamados “ensueños lógicos”) que relatan acontecimiento racionales con sentido lógico, mientras que las personas despertadas durante el sueño SOR/REM relatan sueños “visuales y fantásticos” (llamados “sueños paradójicos”), en los que el “lenguaje onírico” toma las riendas y no tiene en cuenta ni el tiempo ni el espacio, ni los dictados de la razón o la lógica. Durante estos sueños podemos volar o realizar actividades físicas prodigiosas, que serían inimaginables estando despiertos, vivir aventuras heroicas o tener encuentros metafísicos con personas desconocidas o incluso difuntas, por poner algunos ejemplos. Estos sueños paradójicos revelan un fuerte "contenido simbólico" (porque cada objeto representa “algo oculto”, no manifiesto), que implica "deseos sexuales" reprimidos: cuando aparecen en los sueños objetos como bastones, paraguas o llaves simbolizan el "órgano sexual masculino", mientras que cofres, botellas o cuevas simbolizan el "órgano sexual femenino". Ni que decir tiene que dejar a una persona sin la posibilidad de tener sueños SOL produce "cansancio y reducción del ritmo vital", e impedirle dormir completamente durante el sueño SOR/REM origina un estado de "intolerancia e irritabilidad desmesurado"… que puede tener graves consecuencias para la salud.

     Sigmund Freud (1856 a 1939) publicó en 1900 “La interpretación de los sueños”, obra clave para comprender la temática que estamos tratando, en la que rompe con la "concepción psico-filosófica" dominante hasta entonces (que entendía que “conciencia” y “psiquismo” eran lo mismo). Freud origina una ruptura en el interior del sujeto al declarar que los sueños son el "camino de acceso al inconsciente”, y una prueba de su existencia, que influye decisivamente en la constitución y organización de la "vida mental". Los sueños se expresan con "imágenes representacionales" (no con "palabras") que se pueden “asociar libremente”, revelando idealizaciones o deseos insatisfechos durante la vigilia que se hacen presentes gracias al inconsciente, si bien de forma “disfrazada” (por medio de “imágenes simbólicas”, pues identifican cosas que no están conscientemente presentes, y que revelan la verdadera "vida interior del sujeto", que es inconsciente). Freud distingue entre los denominados “contenidos manifiestos” del sueño (lo que el soñador “recuerda”, las más de las veces disparates) y los “contenidos latentes” (lo que permanece "oculto en el inconsciente"). Los vídeos que acompañan este artículo ejemplifican perfectamente este hecho: ¿qué quieren decir nuestros sueños?

Los estados de conciencia


     A pesar de los grandes avances en el estudio del "cerebro" desarrollados en los últimos años gracias a las aportaciones de las "neurociencias", el gran desafío de la ciencia para el siglo XXI será el comprender cómo funciona la "mente humana", y en particular su elemento más misterioso, la "conciencia". Podemos definir Conciencia como una «experiencia subjetiva del conocimiento de uno mismo y de la realidad» que guía nuestras impresiones y nuestras experiencias tanto del "mundo externo" (imágenes, sonidos, colores, sensaciones...), como del "mundo interno" (fantasías, recuerdos y sueños), además de nuestras "vivencias mentales y emotivas" (asombro, dolor, felicidad, odio y temor...). No se trataría por tanto de una "cosa" o "entidad", ni tampoco de un "espacio" dentro de nuestra mente, sino de una "actividad" o "proceso" activo que supone coordinar distintos elementos psicológicos como la atención, la memoria y el pensamiento.

     William James (1842 a 1910) define la conciencia como una "corriente o flujo de conocimiento cambiante" que permite ejercer un "control voluntario de nuestra conducta" y "comunicar nuestros estados mentales y emocionales" a los demás. En este sentido, la conciencia incluye todas las sensaciones y percepciones, recuerdos y sentimientos de los que nos percatamos en cualquier instante. Las diferencias entre estar despierto o estar dormido nos permiten distinguir varios "grados de conciencia": al primero de ellos lo denominamos "conciencia vigil", mientras que el segundo sería la "conciencia onírica". En nuestra vida diaria vivimos un estado de "lucidez"; la vigilia nos permite percibir a las personas, los sucesos y lugares como reales y significativos, Sin embargo, algunos estados oníricos de conciencia relacionados con el sueño, el éxtasis, la hipnosis o el consumo de drogas difieren de la "conciencia normal" y nos adentran en un mundo bien distinto, el de la "fantasía", que analizaremos en su momento.

     Los psiquiatras Jean Delay (1907 a 1987) y Pierre Pichot (1918 a 2020) han diagnosticado hasta siete "estados de conciencia", que de mayor a menor grado de cercanía a la vigilia se categorizan como sigue: "vigilancia excesiva" (euforia propia de la vivencia de emociones fuertes, que presenta una adaptación deficiente a la realidad y dificultad para controlar la conducta), "atención" (selección de los estímulos ambientales en función de las necesidades adaptativas), "vigilancia relajada" (atención no concentrada o flotante que posibilita la asociación libre, no lógica, de nuestros pensamientos), "ensoñación" (percepción debilitada del mundo que se expresa en la proyección de imágenes visuales no organizadas), "sueño ligero" (pérdida parcial de la conciencia del mundo externo que se da al iniciar el sueño), "sueño profundo" (pérdida completa de la conciencia del mundo externo y eliminación de los contenidos de conciencia en favor de contenidos inconscientes) y "coma" (pérdida total de contacto con el mundo y con el propio cuerpo, imposibilidad de desarrollar respuestas motoras y actividad cerebral mínima).

     Sigmund Freud (1856 a 1939) realizó una contribución fundamental al estudio sobre esta temática al diferenciar entre "tres estados de conciencia" que denominó "consciente", "preconsciente" e "inconsciente", cada uno de ellos con sus características específicas. Sin duda, su gran aportación al mundo de la psicología es la introducción del concepto de Inconsciente, que refiere el "conjunto de contenidos reprimidos no presentes en el campo de la conciencia". Rasgos característicos del inconsciente serían la ausencia de lógica y de cronología temporal y la incapacidad de operar filosóficamente. Es totalmente "primitivo", "ancestral", "límbico", sin las sutilezas de la conciencia: al contrario que el pensamiento consciente, que se deja guiar por el "principio de realidad", el inconsciente se rige por el "principio de placer", es decir, por la necesidad satisfacer nuestras "pulsiones" más básicas, tanto sexuales como agresivas (volveremos a este tema cuando analicemos el concepto de "personalidad").

     La mente no siempre camina por las vías de "percepción racional": todos los seres humanos experimentamos "estados de conciencia diversos", que son variaciones en la percepción de nuestros estímulos internos y externos. Durante el día, los cambios en la conciencia pueden surgir después de correr una maratón, escuchar música clásica o hacer el amor, que a las alteraciones físicas unen ciertas modificaciones psicológicas. Sin embargo, los cambios más extremos se producen durante el "sueño" o tras el consumo de cualquier tipo de "droga". Podemos diferenciar entre los "estados alternativos de conciencia", experiencias diferentes a la conciencia estándar que tienen su origen en algún elemento exterior al individuo (como dormir, soñar o delirar por fiebre alta) y "estados alterados de conciencia", que son experiencias provocadas por el propio sujeto de forma intencionada (como el ejercicio físico excesivo, la práctica de la meditación, la embriaguez o la ingesta de algún tipo de fármaco o sustancia psicotrópica).

sábado, 2 de diciembre de 2023

Do the right thing, baby!


     Iniciamos nuestro análisis de los conceptos de "valor" y "norma", tanto en sentido genérico como en sentído ético, tratando de establecer una relación entre ambos, al afirmar que una “norma moral” es en realidad un “valor moral” puesto en forma imperativa, en forma de "mandato". Así por ejemplo, si mi valor moral consiste en “respetar la propiedad de los demás”, transformo este valor en una norma al convertirlo en un mandato del tipo: “Respetaré la propiedad privada” (norma positiva) o bien “No me apropiaré de bienes ajenos” (norma negativa, que puedo proponer como una prohibición expresa: “No robaré”). También hemos afirmado que no todas las "normas de conducta" son “normas morales” (aunque todas las normas morales sí son normas de conducta), y que las normas solo son morales cuando poseen, como nos sugiere la filósofa Adela Cortina (1947-), al menos estas tres características: “autoobligatoriedad” (nos las imponemos nosotros mismos), “incondicionalidad” (las aceptamos en todo momento y lugar) y “universalidad” (son válidas para todos los seres humanos).

     El primero de estos términos es verdaderamente interesante: se trata de una exigencia de obediencia que “uno mismo se impone”, sin provenir de ninguna "autoridad" externa y sin ninguna necesidad de que los demás se enteren o no de su cumplimiento, exigencia que no tiene que ver con el "aplauso o condena" por parte de los que nos rodean, sino con el “respeto a uno mismo”, a nuestra forma de valorar y sentir la realidad. He seleccionado un vídeo para ejemplificar esta idea: se trata de la película “Haz lo que debas” (40 Acres, EEUU, 1989) de Spike Lee, cuyo título es suficientemente elocuente, donde se reproduce una pequeña anécdota que ya fue contada hace años por Charles Laughton en la memorable “La noche del cazador” (Unitet Artist, EEUU, 1955) y que también podéis consultar en este enlace: “la lucha entre el amor y el odio” que se plantea en cada uno de nosotros a la hora de tomar una decisión, y que debemos saldar… “haciendo lo correcto”.

     Las otras dos características nos permiten introducir el pensamiento del filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant (1724 a 1804), autor que supone un giro radical en la forma de entender la ética, afirmando que el “contenido material” de la acción (el “para qué”, su “finalidad”) no es importante, puesto que es la “estructura formal” con que la acción se ejecuta (el “por qué”, su “intención”) lo que debe preocuparnos. Kant niega una finalidad para la acción humana, puesto que no es la felicidad, ni el placer, ni la utilidad, lo que debe "movernos a la acción", sino que debemos ser conscientes de que hay una serie de “mandatos” que debemos seguir, que “nos obligan”, que "deben ser cumplidos" (aunque seguirlos no nos haga felices o no nos produzca placer). A estos mandatos les da el nombre de “imperativos”, puesto que no solamente nos obligan, sino que además son “incondicionales” (como acabamos de ver) y “universales” (de aplicación para todo ser racional en todo momento y lugar).

     Casi cualquier película dirigida por Clint Eastwood centra parte de su atención en esta temática acerca del deber: así "Los puentes de Madison" (Warner Bros, EEUU, 1995), "Million Dollar Baby" (Warner Bros, EEUU, 2004), "Cartas desde Iwo Jima" (BWarnes Bros, EEUU, 2006),  o la más reciente “Gran Torino” (Warner Bros, EEUU, 2008), pero os he seleccionado este pequeño momento de “Sin perdón” (Warner Bros, EEUU, 1992) de la que os ofrezco una extraordinaria escena que ejemplifica a la perfección el pensamiento kantiano. El director da muestras de eso que hemos llamado “principio de reciprocidad”, y que consiste en “hacer a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti” (principio positivo) o bien “no hacer a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti” (principio negativo), cuando el protagonista se entera de que uno de sus amigos ha sido detenido, torturado y asesinado… a pesar de no haber cometido ningún delito o haber hecho daño a nadie. Evidentemente se trata de un western, con lo que el viejo ladrón “se toma la justicia por su mano” para devolver al maltratador el daño que este le ha ocasionado (compruébalo en este enlace).