sábado, 2 de diciembre de 2023

Do the right thing, baby!


     Iniciamos nuestro análisis de los conceptos de "valor" y "norma", tanto en sentido genérico como en sentído ético, tratando de establecer una relación entre ambos, al afirmar que una “norma moral” es en realidad un “valor moral” puesto en forma imperativa, en forma de "mandato". Así por ejemplo, si mi valor moral consiste en “respetar la propiedad de los demás”, transformo este valor en una norma al convertirlo en un mandato del tipo: “Respetaré la propiedad privada” (norma positiva) o bien “No me apropiaré de bienes ajenos” (norma negativa, que puedo proponer como una prohibición expresa: “No robaré”). También hemos afirmado que no todas las "normas de conducta" son “normas morales” (aunque todas las normas morales sí son normas de conducta), y que las normas solo son morales cuando poseen, como nos sugiere la filósofa Adela Cortina (1947-), al menos estas tres características: “autoobligatoriedad” (nos las imponemos nosotros mismos), “incondicionalidad” (las aceptamos en todo momento y lugar) y “universalidad” (son válidas para todos los seres humanos).

     El primero de estos términos es verdaderamente interesante: se trata de una exigencia de obediencia que “uno mismo se impone”, sin provenir de ninguna "autoridad" externa y sin ninguna necesidad de que los demás se enteren o no de su cumplimiento, exigencia que no tiene que ver con el "aplauso o condena" por parte de los que nos rodean, sino con el “respeto a uno mismo”, a nuestra forma de valorar y sentir la realidad. He seleccionado un vídeo para ejemplificar esta idea: se trata de la película “Haz lo que debas” (40 Acres, EEUU, 1989) de Spike Lee, cuyo título es suficientemente elocuente, donde se reproduce una pequeña anécdota que ya fue contada hace años por Charles Laughton en la memorable “La noche del cazador” (Unitet Artist, EEUU, 1955) y que también podéis consultar en este enlace: “la lucha entre el amor y el odio” que se plantea en cada uno de nosotros a la hora de tomar una decisión, y que debemos saldar… “haciendo lo correcto”.

     Las otras dos características nos permiten introducir el pensamiento del filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant (1724 a 1804), autor que supone un giro radical en la forma de entender la ética, afirmando que el “contenido material” de la acción (el “para qué”, su “finalidad”) no es importante, puesto que es la “estructura formal” con que la acción se ejecuta (el “por qué”, su “intención”) lo que debe preocuparnos. Kant niega una finalidad para la acción humana, puesto que no es la felicidad, ni el placer, ni la utilidad, lo que debe "movernos a la acción", sino que debemos ser conscientes de que hay una serie de “mandatos” que debemos seguir, que “nos obligan”, que "deben ser cumplidos" (aunque seguirlos no nos haga felices o no nos produzca placer). A estos mandatos les da el nombre de “imperativos”, puesto que no solamente nos obligan, sino que además son “incondicionales” (como acabamos de ver) y “universales” (de aplicación para todo ser racional en todo momento y lugar).

     Casi cualquier película dirigida por Clint Eastwood centra parte de su atención en esta temática acerca del deber: así "Los puentes de Madison" (Warner Bros, EEUU, 1995), "Million Dollar Baby" (Warner Bros, EEUU, 2004), "Cartas desde Iwo Jima" (BWarnes Bros, EEUU, 2006),  o la más reciente “Gran Torino” (Warner Bros, EEUU, 2008), pero os he seleccionado este pequeño momento de “Sin perdón” (Warner Bros, EEUU, 1992) de la que os ofrezco una extraordinaria escena que ejemplifica a la perfección el pensamiento kantiano. El director da muestras de eso que hemos llamado “principio de reciprocidad”, y que consiste en “hacer a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti” (principio positivo) o bien “no hacer a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti” (principio negativo), cuando el protagonista se entera de que uno de sus amigos ha sido detenido, torturado y asesinado… a pesar de no haber cometido ningún delito o haber hecho daño a nadie. Evidentemente se trata de un western, con lo que el viejo ladrón “se toma la justicia por su mano” para devolver al maltratador el daño que este le ha ocasionado (compruébalo en este enlace).

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