sábado, 20 de abril de 2024
¿Está escrito o todo es posible?
lunes, 15 de abril de 2024
Libertad, responsabilidad, perspectiva
El término "libertad" tiene su origen en el mundo romano: cuando un joven alcanzaba la edad de 14 años, se le investía con la llamada “toga virilis” o “toga libera”, que le identificaba como “hombre libre”, lo que quería decir dos cosas, a saber: que no era un esclavo, y que ya era mayor de edad y, por tanto, que era "responsable de sus propios actos" (también del latín “spondeo”, que significa “responder”, ser capaz de valerme por mí mismo y de “dar razones” de mis acciones). La idea de “libertad” queda unida, desde su origen, a la idea de “responsabilidad”. Cuando hablamos de ser libres, no nos referimos al hecho simple de poder hacer “lo que nos de la gana”: debemos de ser conscientes de que cada una de nuestras elecciones tendrá unas “consecuencias” (tanto para nosotros como para los demás), por lo que conviene elegir, no “lo que nos apetece”, sino más bien “lo que nos conviene”, esto es, lo que consideramos mejor para nosotros, lo que resulta más beneficioso o cuyas consecuencias nos sean más favorables.
Vamos a abordar el estudio del concepto de libertad tomando como ejemplo una película que nos introduce perfectamente en esta temática. Se trata de “El club de los poetas muertos” (Touchstone, EEUU, 1989) interesante reflexión sobre la libertad de pensamiento dirigida por el australiano Peter Weir. El profesor John Keating (Robin Williams) alecciona a sus alumnos sobre el valor de la poesía, del arte, de la belleza... y lo hace de la mejor manera que sabe: enseñándoles a “pensar por sí mismos”, porque cada uno puede proponer su propia “perspectiva” sobre el mundo, sobre la vida, puede aportar una nueva visión, un enfoque propio. Basta para ello con un ejercicio de libertad: “caminar”. Y si bien al principio los alumnos se coordinan para andar todos a la vez, Keating insiste en que cada uno debe “seguir su camino”, encontrar “su propio ritmo”. Porque la libertad debe ser “indeterminada”, basarse en una acción “no causada”, porque no debemos dejarnos llevar por los movimientos de otros, o por los aplausos que condicionan nuestra marcha, sino que debemos caminar al ritmo que nosotros marcamos, o bien “no caminar”, que es otra manera más de mostrar un "punto de vista" diferente, al margen de toda determinación (podéis consultar este interesante enlace, en el que Keating nos habla de la libertad aplicada a la "creación artística", y lo pone en práctica con uno de sus alumnos).
En el segundo de los vídeos seleccionados abordamos precisamente el tema de la “perspectiva”, un interesante concepto que debemos comentar. Cuando utilizo este término me refiero generalmente a “punto de vista”, entendiendo que cada ser humano tiene su propia visión sobre las cosas, porque las ve “desde sí mismo” (nadie puede ver o pensar lo que yo veo o pienso), y por tanto es el punto de vista lo que nos hace "diferentes y únicos", lo que nos configura como “individuos”. En el vídeo que nos ocupa, tras una clase sobre la importancia de la poesía (que podéis consultar en este enlace), Keating señala a sus alumnos que lo que hace grandes a los mejores autores de la literatura es precisamente su particular punto de vista, la capacidad que tienen para “ver lo que los demás no vemos” (y también la capacidad para expresar en palabras esa "visión", esa "idea"), y sugiere a cada uno de ellos que mire el mundo desde “otra perspectiva”, para así tratar de buscarle “otro significado”, para poder ver el mundo “de otro modo”.
viernes, 12 de abril de 2024
Las características específicas de la acción humana
Este tercer trimestre vamos a centrar nuestro estudio en el análisis de la idea de “acción”, que hemos dividido en tres grandes apartados: la “acción ética”, la “acción estética” y la “acción política”. Pero antes de ello, conviene introducir el concepto de forma general, especificando las características de la “acción humana”, su especificidad respecto de, pongamos por caso, la “acción animal” o la “acción computacional”. Tomaremos como ejemplo un clásico contemporáneo que seguramente conoceréis: “2001: Una odisea del espacio” (MGM, UK, 1968) del director neoyorkino Stanley Kubrick. Rindo así homenaje al profesor Santiago González Escudero (1945 a 2008), uno de mis maestros, el que definitivamente me influyó a la hora de aplicar el cine como elemento didáctico en mis clases, y que desgraciadamente nos abandonó hace algo más de una década “para irse a caminar entre las estrellas”. De sus enseñanzas sobre literatura griega surgió la idea que os presento a continuación.
Esta película recrea, de un modo más o menos evidente, según el intérprete, el relato clásico propuesto por Eurípides (484 a 406 a.n.e.) en “Medea”. Eurípides recoge en su tragedia parte de la trama mítica entorno a Jasón y los “Argonautas”. Jasón es un héroe en el sentido pleno, capaz de "elegir siempre lo correcto", lo adecuado en cada situación; junto a él, Medea representa el "consentimiento" de la esposa fiel, sumida en la "cotidianeidad", que admite la conducta de Jasón en tanto esta representa la “alétheia” (αλήθεια), “lo establecido”. Eurípides rompe el mito en algún punto de la trama, procurando a Medea un “logos” (λóγος) propio que varía respecto del de Jasón: Medea mata a sus propios hijos, para así dejar a su marido sin descendencia. Eurípides da a Medea "carta de naturaleza" con su actuación; la conducta de Medea es seguramente reprobable, como lo es la de Jasón, pero esto no es lo importante: lo que realmente importa es que Medea toma una “determinación” (movida ciertamente por un sentimiento de “cólera”, por “miedo”, pero también por una “razón”) y la toma por su propia cuenta y riesgo, esto es, determina su propia “conducta” (no sólo su “discurso”) y la ejecuta, impone un "nuevo logos”, y lo hace "al margen de los dioses", sin necesidad de que esta conducta le sea impuesta o se ajuste a un patrón estandarizado y previamente asumido.
En la película que nos ocupa se nos plantea esta misma situación en el episodio central de la trama: el Sistema Solar es el espacio mítico equivalente al Mediterráneo de la ”Odisea” de Homero (ca. VIII a.n.e.), y lo es en el sentido en que está "dominado por los dioses"; la nave “Argo” se ha transformado en una nave espacial que se mueve en este espacio gravitatorio impelida por el "sentimiento la atracción" que provoca el “monolito” (que no es otra cosa que un gigantesco “imán” estelar), y el dominio de la nave está en manos de un "héroe": HAL 9000. HAL es una maquina programada para "seguir una ruta" (un algoritmo), y su conducta responde a un "patrón establecido"; al igual que Jasón, HAL desarrolla el “discurso de lo oportuno”, hace siempre lo correcto, lo más adecuado en cada situación, movido por la necesidad que esa situación impone (las leyes físicas de la gravedad y de la inercia, que domina a la perfección) y su objetivo es igualmente claro: "llegar a Júpiter". Frente a él, el astronauta protagonista, Dave (Keir Dullea), se deja llevar por su "cotidianeidad", asume la autoridad de mando de la máquina y confía en su "buen hacer", puesto que, como Medea, es un “extranjero” en una tierra extraña que desconoce.
Pero en algún momento Kubrick rompe la trama: como Jasón, HAL comete una "torpeza" (un fallo mecánico, un "error de programación"); el astronauta toma conciencia de ese error y reconoce en él un peligro para su propia existencia; al igual que Medea, al sentir esta "amenaza" (que la involucra a ella tanto como a sus hijos, a Dave tanto como al resto de astronautas a sus órdenes) responde tomando una determinación que no le es impuesta, y responde con su propio “logos”, un logos de igual fuerza y sentido contrario, el “discurso de la protección”. HAL tiene una única misión: conducir la nave a Júpiter, y este dato de programación se convierte para él en una "prioridad", y por ende en una "obsesión"; el astronauta desestima Júpiter como prioridad frente a la necesidad de "salvar su vida" (y la del resto de astronautas), reconoce en HAL a su enemigo (“el otro”) y decide desconectarlo, asumiendo la contradicción de quedar literalmente “a la deriva” en un espacio que desconoce: al igual que Medea, Dave no se resigna, asume el mando y desautoriza el “logos” de HAL, al punto de destruirlo, de desconectarlo, de “sacarlo del mundo”: HAL pierde, como Jasón, toda su capacidad operativa, y queda "neutralizado", se muere. Nótese que al igual que Medea es calumniada por los espectadores griegos en la representación teatral, el televidente moderno reprueba la acción del astronauta y "toma partido" por HAL: las muertes de los otros astronautas no producen sentimiento alguno, son "asépticas", pero la desconexión de HAL es "dolorosa", provoca una "conmoción" porque, como en Eurípides, quiebra la fe en "lo establecido" y supone una “ruptura en la comunicación”, ruptura por lo demás inevitable.
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