sábado, 20 de abril de 2024

¿Está escrito o todo es posible?


     Nos centramos ahora en el debate en torno al concepto de “libertad”, y su relación con los conceptos de “determinismo” e “indeterminismo”, tomando como ejemplo un par de películas que, aunque aparentemente diferentes, nos introducen en la misma temática. En primer lugar, la histórica “Lawrence de Arabia” (Columbia, UK, 1962) de David Lean, que hemos tenido ocasión de ver en el aula, plantea esta disputa entre libertad y destino. En el primer vídeo seleccionado vemos como una caravana de camellos atraviesa el desierto en dirección a Aqaba, uno de los porteadores cae de su montura y queda expuesto al peor de los destinos en medio de un abrasador "mar de arena". Cuando T. E. Lawrence (Peter O´Toole) sugiere que deben volver a rescatarlo, todos los árabes le dicen que está loco, que ese hombre ya está muerto, que “era su destino” morir en ese desierto, que “estaba escrito”. Pero Lawrence toma la decisión de volver sobre sus pasos, adentrarse de nuevo en el desierto y regresar con el moribundo, desafiando a los demás al decirles: “nada está escrito”. Incluso se atreve a decir: “Yo iré a Aqaba; eso está escrito... aquí” (señalando su cabeza), es decir, “está escrito porque es mi decisión”.

     Lawrence rescata al infortunado porteador (podéis consultarlo es este emocionante enlace). Pero ¿tiene razón Lawrence? ¿Realmente el hombre es "libre para decidir sobre su futuro"? En la siguiente escena, que aquí reproducimos, tras el encuentro de las dos tribus árabes rivales, un hombre mata a otro. Para evitar el conflicto, se debe aplicar la ley: “Ha matado, luego debe morir”. El propio Lawrence "ejecuta la ley", para contentar a ambas partes, pero al hacerlo, descubre que el "asesino" es el mismo hombre que él había rescatado de una muerte segura en el desierto. Tras confesar el condenado su culpa, Lawrence no tiene más remedio que disparar, y entonces el caudillo local repite “entonces, estaba escrito”, queriendo significar que, efectivamente, el "destino" había querido que aquel hombre muriese en aquel desierto. Quizá "todo esté escrito", todo esté determinado de antemano, pero como dice Platón (427 a 347 a.n.e.): “los humanos somos marionetas movidas por los dioses, pero a los muñecos agitados por los tirones de sus hilos les cabe una limitada libertad, si eligen lo razonable”. (Por cierto, el teniente Lawrence finalmente avanza sobre Aqaba y toma la ciudad por las armas... que era justamente lo que "se había propuesto" en un principio).


     En segundo lugar, os presento algunas escenas de la futurista “Gattaca” (Columbia, EEUU, 1997) del director Andrew Niccol. Os recuerdo que su título surge de la recombinación de las cuatro bases nitrogenadas que conforman la "doble hélice de ADN": “Adenina”, “Timina”, “Citosina” y “Guanina”, y de qué modo esta determinación genética afecta a la condición humana. La película se centra en la polémica entre “genetistas” y “ambientalistas” al respecto de la idea de libertad humana. En un utópico mundo futuro, aunque muy cercano en el tiempo (y muy probable, visto el avance de las "biotecnologías" y las "antropotécnicas" actuales) la mayoría de los bebes son engendrados de forma artificial a través de "fecundación in vitro”, lo que permite a los ingenieros genéticos desarrollar solamente aquellos "óvulos fecundados" que ofrezcan los “mejores caracteres genéticos” para su futuro desarrollo post uterino: ausencia de problemas cardiacos, alopecia, miopía, propensión a la violencia… ¿Qué pasaría en un mundo como este si un bebé fuera concebido de forma “natural”, a la antigua usanza, como resultado de un coito inesperado?


     Vincent Freeman (Ethan Hawke) es un joven con innumerables problemas: al ser gestado de forma “convencional”, nace pequeño, miope y con riesgo de enfermedad coronaria grave a partir de los 30 años de vida. Su hermano Anton Freeman (Loren Dean) es otra cosa: ha sido seleccionado como "el mejor candidato" de entre una serie de óvulos fecundados artificialmente, y por tanto goza de "todas las prestaciones posibles" en grado óptimo, lo que le permitirá desarrollar su vida de forma plena sin temor a enfermedades o deficiencias. Ambos hermanos (que comparte un apellido familiar revelador, pues ambos son "hombres libres", teóricamente no atados a un destino o determinismo prefijado, capaces de actuar por "voluntad propia") juegan un particular juego llamado “el gallina”, que consiste en ver cuál de los dos "se rinde antes" en una competición a nado por el océano. Anton resulta ser siempre el ganador, porque no hay motivo ni excusa que le impida imponerse siempre, puesto que está mejor dotado genéticamente… pero el azar interviene, al menos una vez, “haciendo que todo lo demás sea posible”.

     En una vieja canción de blues, el cantante californiano Tom Waits (1949-) al que le gustaban las “melodías bonitas que contaban cosas tristes”, sugiere que en algún momento de nuestra vida todos fuimos un minúsculo espermatozoide que, "por puro azar", se impuso sobre millones de espermatozoides rivales. Pero viendo lo que algunos han hecho con su vida (pues el mundo está lleno de “perdedores”, esos que tan habituales son en las canciones de Waits), cuesta creer que todos nosotros, incluso "los peores de todos", al menos una vez “ganamos algo”. Al final de la película que nos ocupa (que podéis consultar en este enlace), Vincent contempla las estrellas mientras su cohete espacial lo eleva en dirección al cielo, hacia el nebuloso satélite Titán, en la órbita de Saturno (un lanzamiento para el que "se ha preparado" casi desde que tuvo conciencia, desde que abandonó a su familia para buscar un futuro alternativo verdaderamente prometedor): ha alcanzado su propósito, "se ha revelado contra sus genes", superando este determinismo para "construir su propia vida", para “llegar lejos”… puesto que “todo es posible”, y el límite es el infinito, un infinito plagado de posibilidades, de opciones, de tentativas, de elecciones, en definitiva, plagado de "caminos para la libertad"… un infinito plagado de estrellas.

lunes, 15 de abril de 2024

Libertad, responsabilidad, perspectiva

     El término "libertad" tiene su origen en el mundo romano: cuando un joven alcanzaba la edad de 14 años, se le investía con la llamada “toga virilis” o “toga libera”, que le identificaba como “hombre libre”, lo que quería decir dos cosas, a saber: que no era un esclavo, y que ya era mayor de edad y, por tanto, que era "responsable de sus propios actos" (también del latín “spondeo”, que significa “responder”, ser capaz de valerme por mí mismo y de “dar razones” de mis acciones). La idea de “libertad” queda unida, desde su origen, a la idea de “responsabilidad”. Cuando hablamos de ser libres, no nos referimos al hecho simple de poder hacer “lo que nos de la gana”: debemos de ser conscientes de que cada una de nuestras elecciones tendrá unas “consecuencias” (tanto para nosotros como para los demás), por lo que conviene elegir, no “lo que nos apetece”, sino más bien “lo que nos conviene”, esto es, lo que consideramos mejor para nosotros, lo que resulta más beneficioso o cuyas consecuencias nos sean más favorables.

     Vamos a abordar el estudio del concepto de libertad tomando como ejemplo una película que nos introduce perfectamente en esta temática. Se trata de “El club de los poetas muertos” (Touchstone, EEUU, 1989) interesante reflexión sobre la libertad de pensamiento dirigida por el australiano Peter Weir. El profesor John Keating (Robin Williams) alecciona a sus alumnos sobre el valor de la poesía, del arte, de la belleza... y lo hace de la mejor manera que sabe: enseñándoles a “pensar por sí mismos”, porque cada uno puede proponer su propia “perspectiva” sobre el mundo, sobre la vida, puede aportar una nueva visión, un enfoque propio. Basta para ello con un ejercicio de libertad: “caminar”. Y si bien al principio los alumnos se coordinan para andar todos a la vez, Keating insiste en que cada uno debe “seguir su camino”, encontrar “su propio ritmo”. Porque la libertad debe ser “indeterminada”, basarse en una acción “no causada”, porque no debemos dejarnos llevar por los movimientos de otros, o por los aplausos que condicionan nuestra marcha, sino que debemos caminar al ritmo que nosotros marcamos, o bien “no caminar”, que es otra manera más de mostrar un "punto de vista" diferente, al margen de toda determinación (podéis consultar este interesante enlace, en el que Keating nos habla de la libertad aplicada a la "creación artística", y lo pone en práctica con uno de sus alumnos).

     En el segundo de los vídeos seleccionados abordamos precisamente el tema de la “perspectiva”, un interesante concepto que debemos comentar. Cuando utilizo este término me refiero generalmente a “punto de vista”, entendiendo que cada ser humano tiene su propia visión sobre las cosas, porque las ve “desde sí mismo” (nadie puede ver o pensar lo que yo veo o pienso), y por tanto es el punto de vista lo que nos hace "diferentes y únicos", lo que nos configura como “individuos”. En el vídeo que nos ocupa, tras una clase sobre la importancia de la poesía (que podéis consultar en este enlace), Keating señala a sus alumnos que lo que hace grandes a los mejores autores de la literatura es precisamente su particular punto de vista, la capacidad que tienen para “ver lo que los demás no vemos” (y también la capacidad para expresar en palabras esa "visión", esa "idea"), y sugiere a cada uno de ellos que mire el mundo desde “otra perspectiva”, para así tratar de buscarle “otro significado”, para poder ver el mundo “de otro modo”.

viernes, 12 de abril de 2024

Las características específicas de la acción humana


     Este tercer trimestre vamos a centrar nuestro estudio en el análisis de la idea de “acción”, que hemos dividido en tres grandes apartados: la “acción ética”, la “acción estética” y la “acción política”. Pero antes de ello, conviene introducir el concepto de forma general, especificando las características de la “acción humana”, su especificidad respecto de, pongamos por caso, la “acción animal” o la “acción computacional”. Tomaremos como ejemplo un clásico contemporáneo que seguramente conoceréis: “2001: Una odisea del espacio” (MGM, UK, 1968) del director neoyorkino Stanley Kubrick. Rindo así homenaje al profesor Santiago González Escudero (1945 a 2008), uno de mis maestros, el que definitivamente me influyó a la hora de aplicar el cine como elemento didáctico en mis clases, y que desgraciadamente nos abandonó hace algo más de una década “para irse a caminar entre las estrellas”.  De sus enseñanzas sobre literatura griega surgió la idea que os presento a continuación.

     Esta película recrea, de un modo más o menos evidente, según el intérprete,  el relato clásico propuesto por Eurípides (484 a 406 a.n.e.) en “Medea”. Eurípides recoge en su tragedia parte de la trama mítica entorno a Jasón y los “Argonautas”. Jasón es un héroe en el sentido pleno, capaz de "elegir siempre lo correcto", lo adecuado en cada situación; junto a él, Medea representa el "consentimiento" de la esposa fiel, sumida en la "cotidianeidad", que admite la conducta de Jasón en tanto esta representa la “alétheia” (αλήθεια), “lo establecido”. Eurípides rompe el mito en algún punto de la trama, procurando a Medea un “logos” (λóγος)  propio que varía respecto del de Jasón: Medea mata a sus propios hijos, para así dejar a su marido sin descendencia. Eurípides da a Medea "carta de naturaleza" con su actuación; la conducta de Medea es seguramente reprobable, como lo es la de Jasón, pero esto no es lo importante: lo que realmente importa es que Medea toma una “determinación” (movida ciertamente por un sentimiento de “cólera”, por “miedo”, pero también por una “razón”) y la toma por su propia cuenta y riesgo, esto es, determina su propia “conducta” (no sólo su “discurso”) y la ejecuta, impone un "nuevo logos”, y lo hace "al margen de los dioses", sin necesidad de que esta conducta le sea impuesta o se ajuste a un patrón estandarizado y previamente asumido.

     En la película que nos ocupa se nos plantea esta misma situación en el episodio central de la trama: el Sistema Solar es el espacio mítico equivalente al Mediterráneo de la ”Odisea” de Homero (ca. VIII a.n.e.), y lo es en el sentido en que está "dominado por los dioses"; la nave “Argo” se ha transformado en una nave espacial que se mueve en este espacio gravitatorio impelida por el "sentimiento la atracción" que provoca el “monolito” (que no es otra cosa que un gigantesco “imán” estelar), y el dominio de la nave está en manos de un "héroe": HAL 9000. HAL es una maquina programada para "seguir una ruta" (un algoritmo), y su conducta responde a un "patrón establecido"; al igual que Jasón, HAL desarrolla el “discurso de lo oportuno”, hace siempre lo correcto, lo más adecuado en cada situación, movido por la necesidad que esa situación impone (las leyes físicas de la gravedad y de la inercia, que domina a la perfección) y su objetivo es igualmente claro: "llegar a Júpiter". Frente a él, el astronauta protagonista, Dave (Keir Dullea), se deja llevar por su "cotidianeidad", asume la autoridad de mando de la máquina y confía en su "buen hacer", puesto que, como Medea, es un “extranjero” en una tierra extraña que desconoce.

     Pero en algún momento Kubrick rompe la trama: como Jasón, HAL comete una "torpeza" (un fallo mecánico, un "error de programación"); el astronauta toma conciencia de ese error y reconoce en él un peligro para su propia existencia; al igual que Medea, al sentir esta "amenaza" (que la involucra a ella tanto como a sus hijos, a Dave tanto como al resto de astronautas a sus órdenes) responde tomando una determinación que no le es impuesta, y responde con su propio “logos”, un logos de igual fuerza y sentido contrario, el “discurso de la protección”. HAL tiene una única misión: conducir la nave a Júpiter, y este dato de programación se convierte para él en una "prioridad", y por ende en una "obsesión"; el astronauta desestima Júpiter como prioridad frente a la necesidad de "salvar su vida" (y la del resto de astronautas), reconoce en HAL a su enemigo (“el otro”) y decide desconectarlo, asumiendo la contradicción de quedar literalmente “a la deriva” en un espacio que desconoce: al igual que Medea, Dave no se resigna, asume el mando y desautoriza el “logos” de HAL, al punto de destruirlo, de desconectarlo, de “sacarlo del mundo”: HAL pierde, como Jasón, toda su capacidad operativa, y queda "neutralizado", se muere. Nótese que al igual que Medea es calumniada por los espectadores griegos en la representación teatral, el televidente moderno reprueba la acción del astronauta y "toma partido" por HAL: las muertes de los otros astronautas no producen sentimiento alguno, son "asépticas", pero la desconexión de HAL es "dolorosa", provoca una "conmoción" porque, como en Eurípides, quiebra la fe en "lo establecido" y supone una “ruptura en la comunicación”, ruptura por lo demás inevitable.