miércoles, 20 de octubre de 2021

La justicia en la polis según Platón

 

     Concluimos nuestro repaso a la filosofía de Platón (427 a 347 a.n.e.) con el análisis del concepto de “justicia” en el marco de la “polis ideal”. Pero para comprender la importancia y calado que este concepto adquiere en nuestro autor debemos tener en cuenta la totalidad del proceso, desde las luchas libradas en torno al ideal de “isonomía” (ἰσονομία), la “igualdad ante la ley” promovida por los legisladores Solón, Clístenes y Pericles en los siglos precedentes, hasta el descubrimiento de la “subjetividad” socrática. Platón sostiene que la “justicia” (δικαιοσύνη) es una cualidad de la vida moral del hombre, que surge cuando se armonizan sus tendencias divergentes, reduciendo la diversidad a homogeneidad. Si fuera algo “exterior al hombre”, quedaría reducida a mera convención o pacto (tal es la conclusión a la que habían llegado los sofistas). Pero al ser un “ideal interior al espíritu”, goza de la misma necesidad que las entidades matemáticas y cabe proyectarla sobre la vida social de los hombres.

     “La justicia social se produce cuando se armonizan los intereses de los diversos individuos que constituyen el Estado, circunstancia que acontece cuando dentro de cada uno de ellos se alcanza el equilibrio”. De ahí que el “Estado perfecto” platónico deba asumir la carga de la educación moral de sus ciudadanos: la “paideia” (παιδεία) o “educación verdadera” (una rigurosa formación iniciada en la infancia que tiene como objetivo final la selección de la casta de los “reyes-filósofos”). Este ideal no se puede llevar a cabo a espaldas de la “división social del trabajo”, pues los hombres en sociedad asumen forzosamente diferentes tareas complementarias: músicos, artesanos, marineros, sacerdotes, comerciantes, labradores...

     Con este criterio divide Platón la “sociedad ideal”, de acuerdo con la “alegoría del carro alado”, distinguiendo “tres clases sociales” diferentes, a las que se asignarán funciones distintas, y que apuntan a una verdadera “teoría de la virtud”, (que se vehicula mediante una nueva “paideia”). Las clases sociales que estructuran el Estado se constituyen según la naturaleza o “physis” de cada individuo y no por nacimiento o privilegio. De este modo, los menos capacitados, en los que predomina el “deseo” o “apetito” (ἐπιθυμητικόν) sobre la razón, se dedicarán a las tareas productivas, comerciales y artesanales, procurando el sustento material de la comunidad; esta clase baja de “productores” será educada en la virtud de la “templanza” o “moderación” (σοφροσυνη) para moderar sus deseos.
      

     La clase de los “guardianes”, compuesta por los soldados y militares más capacitados, en los que domina el “ánimo” o “espíritu” (θυμοειδές), será destinada a cuidar del bien común, defendiendo la ciudad de los enemigos exteriores y ordenándola interiormente para su perfección; todos ellos serán educados en la virtud de la “fortaleza” o “valentía” (ανδρεία). De entre estos últimos, solo los más capacitados, es decir, “los aristós” (ἄριστος), “los mejores en virtud y sabiduría”, aquellos que poseen la capacidad de la “razón” (λογιστικόν) en su sentido más pleno, configurarán la clase de los “gobernantes”, y serán desposeídos de una actividad profesional y de cualquier vínculo con la tierra o la familia y educados exclusivamente en el estudio de la “dialéctica”(διαλεκτική) y en el ejercicio de la “prudencia” (φρόνεσις).

     Se completa así el ideal platónico de asimilar las “tres partes del alma” con la “virtud”, el “alma individual” con el “cuerpo social”. Y de la misma manera que decimos que el hombre es justo cuando está “ajustado” (cuando cada parte de su alma  cumple con “la función que le es propia”, pues atiende a la virtud que le es natural), decimos que el orden social es justo cuando cada individuo y cada grupo social son capaces de “armonizarse” para cumplir con “la función que a cada uno le es propia” por naturaleza, a través de la “virtud” (αρετή) para la que han sido educados desde la niñez conforme a un meticuloso y rígido “método pedagógico”.

     Vamos a ejemplificar estas diferencias entre “clases sociales” de la mano del camaleónico actor británico Daniel Day-Lewis, y de tres de sus interpretaciones más memorables. En la película “Pozos de ambición” (Miramax 2007) de Paul Thomas Anderson, Lewis da vida a Daniel Plainview, un minero extremadamente pobre, trabajador infatigablemente que pasa por muchas penurias, las cuales acepta con “templanza” (aunque finalmente, convertido en un magnate del petróleo, abandona toda moderación y se deja llevar por la ambición hasta arruinar su vida). En la película “Gangs of New York” (Miramax 2002) de Martin Scorsese, Lewis se mete en la piel de Bill "The Butcher" Cutting, el excéntrico carnicero de Five Points que lidera con “valentía” a un grupo de nativos americanos ante la amenaza de las hordas invasoras (pues así considera a los inmigrantes irlandeses recién llegados a la ciudad). Finalmente, en la película “Lincoln” (20th Century Fox 2012) de Steven Spielberg, Lewis se pone en los zapatos del 16º presidente de los Estados Unidos de América, Abraham Lincoln, que en un alarde de “prudencia” promueve leyes justas en favor de la igualdad racial que supondrán el fin de la esclavitud. Trabajadores, guardianes, gobernantes… caracteres diversos, virtudes diferentes, funciones distintas.

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