sábado, 16 de octubre de 2021

Matrix y la alegoría de la caverna


     Vamos a intentar trabajar la famosa "alegoría de la caverna" de Platón (427 a 347 a.n.e.), presente en el "Libro VII" de “La República”, a través de la película “The Matrix” (Warner Bros 1999), de los entonces hermanos Larry y Andy Wachowski (ahora hermanas Lana y Lilly Wachowski). Os recuerdo que existen muchas otras películas que nos permiten recrear la escena planteada por Platón, que ha sido siempre un referente fílmico importante en muchos autores contemporáneos: por ejemplo, "La rosa púrpura de El Cairo" (Orion 1985) de Woody Allen; “El show de Truman” (Paramount 1998) de Peter Weir; “THX-1138” (WB 1969), la primera y singular película de George Lucas, o la más reciente “La Isla” (WB 2005) de Michael Bay. También podemos repasar el texto platónico completo en la página de Webdianoia, comprobar su simbología gracias a la interpretación que se nos ofrece en Torre de Babel, o bien echarle un vistazo a esta explicación gráfica colgada en el portal Youtube.

     Aquí recreamos el momento en el que Neo (Keanu Reeves) despierta por vez primera y se da cuenta del “engaño” al que ha estado sometido desde su nacimiento. La similitud con el mito es manifiesta: Neo está "encadenado", presa de un artificio perpetrado por las máquinas, y cuando rompe sus cadenas puede “contemplar el mundo tal cual es”, comenzar a "ascender en el conocimiento" en busca de las “Ideas” (ἰδέα). Una grúa le alza desde la cloaca en que se encuentra hacia la luz, y lo primero que oye es la famosa frase que dio notoriedad a la película: "Bienvenido al mundo real". Es llamativo también que le duelan los ojos al contacto con la luz (puesto que los está utilizando por primera vez) y que, tras la escena en el "constructor" se niegue a aceptar la verdad: "No, esto no es verdad. No creo en vosotros. Dejadme en paz". Merece la pena verlo para poder comprobar hasta que punto los hermanos Wachowski han seguido el texto de Platón con una fidelidad más que notable. Esta recreación nos permite un interesante comentario sobre el mito, que se deja analizar fundamentalmente como un “pluralismo gnoseológico”.

     Efectivamente, podemos comprobar que la alegoría de la caverna nos propone dos escenarios: el de la “doxa” u “opinión” (δόξα) y el de la “episteme” o “ciencia” (ἐπιστήμη), cada uno de los cuales se halla a su vez dividido en otros dos escenarios. En el momento mismo en el que, como Neo, descubrimos el mecanismo del engaño, la “imaginación” o “conjetura” (εἰκασία), que identificamos con las “sombras”, deja de tener valor para nosotros, y este será el primer paso en el camino para alcanzar el “verdadero conocimiento” de la “realidad en sí”, que nos obligará a pasar por encima de la “creencia” o “fe” (πίστις), que son los “objetos” que proyectan las sombras, y que tampoco nos dirán nada sobre cómo es verdaderamente el mundo.

     Por eso se inicia un “proceso de ascenso” para salir de la cueva. Pero la realidad no puede ser captada “a primera vista”, porque nos encontramos acostumbrados a las condiciones de oscuridad de la caverna, y el primer contacto con la luz es doloroso, ya que es imposible “mirar al sol directamente”, y deberemos empezar por mirar los objetos por la noche o bien reflejados en lagos o estanques, esto es, bajo “hipótesis”, lo que hacemos con el “pensamiento” o “razón discursiva” (διάνοια); solo cuando nuestros ojos se hayan acostumbrado plenamente a la luz, podremos “mirar la realidad tal y como es”, mediante la “inteligencia” o “razón intuitiva” (νόησις).

     La "dialéctica" se nos presenta ahora como un camino de ida cognitiva (“regressus”) y de vuelta práctica (“progressus”). El primero consiste en una “destrucción de las evidencias sensibles” (“eikasía”), que solo nos proporcionan sombras (imágenes falsas), y en una “trituración de las opiniones y creencias” (“pístis”), que el descubrimiento de estas imágenes inanimadas nos provocan. Pero consiste también en remontar o superar a través del “conocimiento discursivo” (“dianoia”) las propias hipótesis en las que se fundan las ciencias de las que nos servimos para escalar la escarpada pendiente que conduce a la luz. Platón nos precisa las ciencias que jalonan este ascenso, a saber: “la aritmética y la ciencia del cálculo, que tienen por objeto el numero: la geometría plana y la estereometría o geometría de los cuerpos sólidos, la astronomía y la música”. Tras ella se consuma el momento teórico o cognoscitivo de la dialéctica, pues se está ya en disposición de ascender “solo mediante la razón hasta la esencia de las cosas”. Platón solo reconoce como verdadera ciencia el “conocimiento intelectivo” (“nóesis”) de las “esencias”, “formas” o “Ideas”.

     El momento práctico del método dialéctico, el “progressus”, la “vuelta a la caverna”, a la vida política y moral, tiene como objetivo instaurar “una sociedad más justa y más feliz”. Es el trabajo que se encomienda a los “filósofos”: el retorno a la oscuridad para enseñar a los que aún permanecen allí que “otro camino es posible para acceder a la verdad”, y que es necesario renunciar a la “apariencia” para buscar la “verdadera realidad”, que son las Ideas. Os propongo finalizar este repaso al mito platónico recuperando el momento final de la película que hemos analizado, cuando Neo, consciente de lo que ha llegado a conocer, se dirige a los demás hombres encadenados (es decir, a todos nosotros, que “vivimos en la ignorancia”) para decirles que otro mundo es posible, un mundo sin máquinas, esto es, sin engaños. Para trabajar un poco más esta temática convendría revisar además el artículo “El engaño, el progreso y el regreso” en esta misma bitácora (en la etiqueta de Filosofía).

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