domingo, 7 de noviembre de 2021

De la predicación a los modos de ser


     La filosofía de Aristóteles de Estagira (384 a 322 a.n.e.) que os muestro resumida al final del artículo en un interesante vídeo del Doctor Mostaza, supone la primera gran “sistematización” del saber filosófico. El "peripatético" (περιπατητικόςno se contenta únicamente con criticar el pensamiento de sus precedentes presocráticos, o de hacer acopio de conocimientos como los sofistas, ni siquiera de definir el mundo en base a una ontología y una epistemología al modo platónico, sino que irá más allá al tratar de suponer una “correlación” entre los distintos “modos de saber”. Así, comenzando por la “lógica”, esta nos lleva a la “teoría del lenguaje” (del razonamiento válido a los modos de predicación), y desde aquí se sugiere una filosofía de los primeros principios o “metafísica” (de la predicación al estudio del ser) y esta a su vez una teoría “física” (del conocimiento del ser al análisis del movimiento) que a su vez se resuelve en una “cosmología” (del estudio del movimiento al conocimiento del cosmos ordenado) y en una “teología” (del cosmos ordenado al primer motor). Precisadas estas ideas teóricas, podemos adentrarnos en el ámbito práctico, tanto en lo referido a la “técnica” (las artes poéticas) como a la “teoría de la virtud” (las virtudes dianoéticas y las virtudes éticas), esto es, de la “ética” y de la “política”, entendidas ambas como conceptos conjugados.

     Para desarrollar este saber científico es necesario destejer la filosofía de la época para volver a tejerla a partir de cuatro hilos conductores fundamentales: la “trascendencia” de las "Ideas" de Platón, la “accidentalidad” de la argumentación de los sofistas, el “azar” de los atomistas y la “ingenuidad” de la Escuela de Elea. La síntesis crítica de estos cuatro movimientos filosóficos le permite a Aristóteles dibujar su propio lienzo: la teoría filosófica de las “sustancias individuales”. Supone el Filósofo que el “ser” y el “conocer” se imbrican el uno al otro por medio de la experiencia, de las costumbres, y desconocer esto supone establecer una falsa distinción entre el “idealismo” y el “realismo” nefasta para la historia de la filosofía, pues la primera se inventa la realidad, mientras la segunda pretende simplemente desvelarla: ambos análisis están profundamente equivocados. Aristóteles va a apelar a una distinción fundamental para la tradición occidental: exige una realidad que se vuelva “cognoscible”, que sea “potencialmente aprehensible”. El ser, lo universal, es conocido en “potencia” (δύναμις) aunque sea desconocido en “acto” (ενέργεια ó ἐντελέχεια). Lo “universal” está contenido “en potencia” en lo “particular”, y de esto se tiene un conocimiento inmediato: es el mismo objeto, pero “aprehendido de forma diferente”.


     Comenzando por la “lógica” (λογική), Aristóteles postulará, frente a los sofistas, el “principio de no contradicción” (“no cabe que la misma cosa sea y no sea a la vez”) como condición de posibilidad de todo lenguaje, lo que le permite pasar del plano “lógico” al “lingüístico” (“es imposible que un mismo atributo se dé y no se dé en el mismo sujeto en el mismo sentido”). La “predicación”, por tanto, supone un “sujeto”: la trampa de los “sofistas” se encuentra en que se mueven en el dominio de los accidentes, y Aristóteles refutará esta idea distinguiendo entre “sustancia” (oὐσία) y “accidente” (συμβεβηκός). Lo mismo le ocurriría a las ideas de Platón, que para Aristóteles no serán trascendentes, pues si la relación entre la "Idea" (ἰδέα) o verdadera realidad y los "fenómenos" (φαινόμενoν) o manifestaciones de esa realidad (“lo que se ve”) es de “modelo” a “copia”, tan solo lo es en un sentido poético y metafórico que trata de dar cuenta de su acción causal: sólo el “individuo” (la “especie”) es “en acto”, en tanto que es una “esencia” (oὐσία), una “sustancia” o “forma sustancial”, mientras que la idea (el “género”) solo puede actualizarse en este o aquel individuo. En otras palabras: el “sujeto individual concreto” es “acto”, mientras que el “predicado universal genérico” tan solo es “potencia”.



     Debemos comenzar por estudiar los distintos modos de “predicar”, de atribuir un predicado a un sujeto, pues la posibilidad misma de la predicación implica que “el ser” tenga múltiples sentidos (“el ser se dice de muchas maneras”) y, por tanto, que la “esencia” no es el único sentido del ser, sino que conlleva “múltiples significaciones”: las “categorías” (kατηγορίαι) que no son solamente “modos de predicación del ser”, sino más bien “determinaciones del ser”. Pero las categorías no funcionan aisladas, pues perderían su sentido como figuras puras del ser: sólo tienen sentido por respecto a un “sujeto” en conexión con “otros sujetos” y con las cosas en general, porque son “categorías de la realidad”, y no solo del lenguaje (“ser rico” y “ser pobre” no son solo dos formas de hablar: son dos realidades ontológicas radicalmente diferentes). Aristóteles expone entonces la diversidad de los seres y el orden de cada clase de sustancias de forma jerarquizada: los intelectos humanos, los astros, las especies animales y vegetales, y los elementos (tierra, agua, aire y fuego). La “sustancia primera” existe por sí misma, es lo estable, lo que subyace a los accidentes y es fundamento del principio de no contradicción. Las “sustancias segundas” se refieren al “género” y la “especie” o "diferencia específica": por ejemplo, cuando digo que Sócrates (sustancia primera) es un ciudadano virtuoso (sustancia segunda).

     Todas estas “sustancias” son un compuesto de “hyle” o “materia” (ὕλη) y “morphé” o “forma” (μορφή), y esta combinación determina la “esencia” o “eidos” (εἶδος) de cada cosa, pues se entiende que las materias que hay en el mundo están “conformadas” y tienden a la realización y perfección que hay en su “potencia” o “dynamis” (δύναμις). Se justifica así la teoría del “hilemorfismo”, según la cual la materia es potencia mientras que la forma es “fin” o “telos” (τέλος). Desde el hilemorfismo se justificarán las “causas” (αἴτιον), tanto las intrínsecas (“material” y “formal”) como las extrínsecas (“eficiente” y “final”). Las cuatro causas serán suficientes para abarcar el universo entero, un universo dinámico, en continuo cambio de lo posible a lo real, lo que implica tanto el “movimiento” físico como la idea de “tiempo”. Desde aquí, Aristóteles, por primera vez en la historia del saber, se enfrentará seriamente al problema del “movimiento”, entendido como “proceso de transformación”, bajo dos criterios diferentes: movimientos “naturales”, aquellos cuyo principio es interno, y movimientos “violentos”, aquellos que necesitan de la acción continuada de un agente externo para su realización. Por otra parte, distinguirá también entre "movimiento sustancial” o “metabolé” (μεταβολή), que solemos traducir por “cambio” (por generación o corrupción), y "movimiento accidental” o “kínesis” (κίνησις), que es el movimiento propiamente dicho y que resulta ser de tres tipos: “cualitativo” o por alteración, “cuantitativo” o por aumento o disminución, y “locativo” o por desplazamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario