miércoles, 5 de enero de 2022

Antes que la manzana fue la naranja


    Nos adentramos ahora en un momento de la historia verdaderamente fascinante que conocemos bajo la rúbrica de “Renacimiento”, y al que sus propios protagonistas conocieron como “nuevo mundo” (denominanción que nos trae a la memoria la llegada a América, fenómeno de enorme relevancia histórica, como veremos a continuación). Es este un periodo realmente “convulso”, en el que se sucedieron una serie de acontecimientos significativos en muchos órdenes, desde el puramente “geográfico” al “técnico” y “científico”, pasando por los cambios que se producen en el ámbito “cultural”, “religioso” y “político”. Iniciamos aquí una serie de tres artículos que nos permitirán conocer más a fondo el “pensamiento filosófico renacentista” (eso que comúnmente se ha conocido con el nombre de “humanismo”) a partir de los “acontecimientos históricos” más relevantes. Hablaremos sobre todo de “cambios”, tanto en los aspectos más informales de la vida cotidiana como en los “grandes hechos”, además de analizar las tendencias, tanto técnicas como ideológicas, que sustentarán estos cambios, pero insistiremos siempre en el hecho de contemplar este periodo de la historia no como un “corte”, una “ruptura” o “revolución” con respecto a la edad previa, sino más bien como un “proceso evolutivo” que surge precisamente del estado precedente, el Medievo, entendido como “mundo heredado”.

     Os propongo un pequeño repaso a la película “1492: La conquista del paraíso” (JRC 1992) del cineasta Ridley Scott, que en su momento sirvió para conmemorar el 500 aniversario del descubrimiento más importante de la historia. Os incluyo un primer vídeo que recopila escenas dispersas de la película, todas muy atractivas, si bien la que más nos interesa es la que abre la historia: Cristóbal Colón (Gerard Depardieu) apostado a la orilla del mar, contempla un barco alejarse mientras explica a su hijo que, “si la tierra fuera plana”, el barco se alejaría cada vez más hasta ser imperceptible a la vista, y sin embargo el barco no decrece, sino que, llegado a un punto, parece como si se hundiera poco a poco en el mar infinito (conservando su tamaño, eso si), con lo que “solo cabe suponer que la tierra es redonda”. En fin, parece ser que mucho tiempo antes de que Isaac Newton (1642 a 1727) determinase su famosa “Ley de gravitación universal” en sus conocidos “Principios matemáticos de la filosofía natural” (Philosophiæ naturalis principia mathematica) inspirado, según cuenta la leyenda, por la caída de una manzana, nuestro amigo Colón ya había echado mano de una naranja para explicar la “circularidad del planeta”, que luego probará experimentalmente yendo hacia las Indiaspor el oeste”.

     Hemos elegido esta película para hablar de un acontecimiento determinante: el Descubrimiento de América (1492), y esto merece una explicación, pues hemos tomado este momento concreto de la historia para ejemplificar el paso de la Edad Media a la Edad Moderna, frente a otros posibles acontecimientos como la Caída de Constantinopla (1453) o el Concilio de Trento (1545 a 1563) por varios motivos. Los inicios de la Modernidad suelen atribuirse generalmente al Quattrocento y el Cinquecento italianos y al movimiento humanístico de ellos derivado. Sin embargo, hay que reconocer un conjunto de “hechos” de primer orden como verdaderos determinantes del paso de una edad a otra. En primer lugar, la constitución del “Estado Moderno” sobre la base de un “territorio homogéneo” y de una “centralización burocrática”, que permiten el establecimiento de un “poder central” suficientemente fuerte; en segundo lugar, el desarrollo del “protocapitalismo”, que surge de una “técnica financiera y bancaria” novedosa que va unida al aporte de nuevos metales traídos del mundo recién descubierto; y en tercer lugar, la irrupción de una “nueva cosmovisión”, que caracterizaría lo que hoy conocemos como “humanismo” y “revolución científica”, como elementos fundamentales de la cultura de la nueva época.

     Por aquel entonces, los “grandes descubrimientos” respondían a exigencias prácticas e inmediatas: la necesidad de hallar una “vía marítima” que permitiera continuar el comercio con las Indias tras la ocupación de Constantinopla por los turcos otomanos y aumentar de nuevo el capital financiero. Los navegantes estaban al servicio de Portugal y de España, y en menor medida de Inglaterra. Será Cristóbal Colon (1451 a 1506) quien, confiado en un proyecto elaborado por el cartógrafo florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli (1397 a 1482) a partir de la concepción de la “Tierra esférica” pergeñado por Eratóstenes de Cirene (276 a 194 a.n.e.) afronte el reto de encontrar un “nuevo camino” hacia Cipango bajo el padrinazgo de los Reyes Católicos. Las consecuencias inmediatas de este descubrimiento son evidentes: en lo económico, la repercusión sobre las formas de vida se hace notar de forma inmediata, pues la introducción de “nuevos productos alimenticios” hará posible el cultivo de terrenos hasta entonces poco fértiles, lo que repercutirá en el “crecimiento demográfico”; la afluencia de “metales preciosos” supone una verdadera revolución, pues trae consigo un “aumento de la circulación de capital” que impulsa la actividad económica; por otro lado, la constatación de la existencia de extensísimos “nuevos territorios” evidenciará un nuevo modo de ver y entender el mundo y contribuirá a desarrollar una revolución que acabó por imponer una "concepción astronómica heliocéntrica".

     Pero nosotros queremos destacar el descubrimiento por ser un acontecimiento constitutivamente “moderno” en su sentido más preciso, que tiene la virtualidad de incorporar a su esfera otros acontecimientos históricos. Su impacto cambiará por completo las concepciones de la “ecumene” (οἰκουμένη) clásica, y hará tambalearse la “concepción teológico-religiosa” de la época: la convicción de que la Tierra carecía de una organización tricontinental, como se suponía hasta entonces, obliga a un cambio de “paradigma”, que con Nicolás Copérnico (1473 a 1543) y Galileo Galilei (1564 a 1642) pondrá los cimientos para la entrada en el mundo moderno. Desde el punto de vista antropológico, el “contacto con los indígenas” de las nuevas tierras hizo que se plantease de nuevo el problema de la “unidad o pluralidad de la especie humana”, y ligado a él, el problema del “origen y filiación de las lenguas”, lo que nos retrotrae a la formulación de “nebulosas ideológicas” vinculadas a la "exaltación de la Naturaleza" y a la "vuelta a la Arcadia", así como las corrientes utópicas que verán en las nuevas tierras una suerte de “Paraíso Perdido” (como bien destaca el título de la película que estamos analizando). El descubrimiento de estas “nuevas tierras” y de estos “nuevos hombres” supone un cambio profundo, no sólo en aspectos económicos o políticos, sino en aspectos ideológicos y culturales que determinarán la textura política y económica del momento.

     El filósofo Gustavo Bueno (1924 a 2016) ha señalado que el descubrimiento de América se explicaría porque en el siglo XV ya había ciertas “estructuras objetivas” en marcha, “normas” que siguen su propia “ley de desarrollo”, y sería en el marco de estas estructuras objetivas donde habría que reconocer los componentes del “mundo heredado” que vendrían madurando desde tiempos antiguos y medievales. Así por ejemplo, cuando se habla de la “ruta de las especias” con relación al descubrimiento, la demanda europea de las mismas no dependería de motivos subjetivos (necesidades o enriquecimiento) sino de “dispositivos culturales objetivos” ligados a estructuras políticas y técnicas muy precisas. Entre estos componentes hay que considerar la “concepción esférica del Universo” (tanto astronómico como geográfico) y las teorías helénicas desarrolladas ya por Eudoxo de Cnidos (390 a 337 ane.), Hiparco de Nicea (190 a 120 a.n.e.) o Claudio Ptolomeo (100 a 170) que, a través del Medievo, llegaron al siglo XV. Pero también los desarrollos cartográficos previos, los “portulanos” y las “cartas medievales”, la invención del “astrolabio” y la “brújula”… Todo ello conduciría a la “teoría esférica de la Tierra”: es esta teoría la que posibilitó el descubrimiento de América, de manera que solo a través de ella es posible el "concepto de América" como dado en una teoría objetiva verdadera.

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