viernes, 4 de febrero de 2022

Deus sive natura sive substantia


     Vamos a repasar el pensamiento materialista de Benito de Espinosa (1632 a 1677) y su concepción de la “sustancia” (substantia) entendida como “naturaleza única”. A muchos de vosotros os resulta extraño que defina a este autor como uno de los primeros filósofos ateos, dada su insistencia en hablar de Dios. Lo primero que debemos precisar es que el Dios del que habla no es el Dios de la religión judeo-cristiana (recordad que el propio Espinosa, de origen judío sefardí, fue expulsado de la sinagoga por sus excéntricas ideas sobre temática religiosa), sino que habla de la “idea de Dios”, en un sentido racional, como “sustancia infinita y perfecta”. Espinosa comienza su “Ética (demostrada según el orden geométrico)” (Ethica ordine geometrico demonstrata) definiendo así la “sustancia”: “Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí, es decir, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa”. A continuación, define los “atributos” (attibuta): “Por atributo entiendo aquello que el entendimiento percibe de una sustancia como constitutivo de la esencia de la misma”; y más adelante los “modos” (modos): “Los modos son las cosas particulares, consideradas coma afecciones de los atributos de la sustancia”.

     Dios es una sustancia que consta de “infinitos atributos”, y las cosas son los modos incorporados en Dios, de manera que fuera de Dios no cabe concebir que exista ninguna otra realidad. Mientras que para René Descartes (1596 a 1650) el universo está cerrado porque sólo existen tres sustancias (la divina, la extensa y la pensante), para Espinosa "el cosmos está abierto” porque no hay más que una sustancia: “Dios”, es decir, “la naturaleza” (Deus sive natura), pero con infinitos atributos, de los que el hombre solo conoce dos: la “extensión” y el “pensamiento”, que dan lugar a dos tipos de ciencias, las físicas y las psicológicas: “el pensamiento es un atributo de Dios, o dicho de otro modo: Dios es una cosa pensante” y además “la extensión es un atributo de Dios, o dicho de otro modo, Dios es una cosa extensa”. La idea de “infinitud de lo real” supone que el conocimiento humano nunca podrá ser “cerrado”, siempre quedará un margen de “indeterminación”, una limitación para nuestro conocimiento. Cuando se habla de panteísmo en Espinosa, este no se debe entender como un “monismo ordenado”, sino como una “pluralidad inagotable de lo real”.

     Siempre será posible que aparezcan nuevas ciencias, nuevos sistemas de cosas o modos, por lo que nuestro conocimiento nunca será definitivo. La idea de “sustancia infinita” es, pues, una “idea crítica” capaz de someter la realidad a una “trituración”: en eso consistirá principalmente la filosofía, en una demolición de la realidad y del proceso de conocimiento humano acerca de la misma, puesto que ambos van parejos. Sin embargo, esta crítica racional no acabará en un mero escepticismo, a la manera de Michel de Montaigne (1533 a 1592) por ejemplo, pues existe la posibilidad de alcanzar "conocimientos positivos".

     El propio Espinosa distingue “tres géneros de conocimiento”: el conocimiento “empírico” o mero “registro pasivo de imágenes y experiencias vagas” (conocimiento parcial e impreciso que lleva a la falsedad y que debe superarse); el conocimiento “racional” por medio de “causas o nociones comunes” que llamamos “deducción o encadenamiento de conceptos” (superior al vago pero incompleto, puesto que se refiere a “mi razón” y no a “la razón de las cosas”); y el conocimiento “intuitivo”, que es la “percepción evidente de un nexo lógico de implicación” (lo que la mente construye cuando entiende algo es precisamente “la necesidad misma del ser de la cosa”).

     Como los modelos que tiene en mente Espinosa son siempre matemáticos, diremos que la intuición se refiere más al aspecto “constructivo” de los axiomas que al deductivo. Algo “existe” cuando se produce de un modo “necesario”; en consecuencia, el conocimiento verdadero (“claro y distinto”) es el que versa sobre la “construcción”, la “génesis” o la “producción” de las cosas. Por un lado, la infinita riqueza de la realidad nos impide que nuestro conocimiento sea nunca definitivo, pero por otro lado, existen conocimientos verdaderos, y la “tarea del hombre" consiste en instaurar paulatinamente en el mundo un "orden racional". Nunca llegaremos a saber con certeza “cómo se unen las partes de la naturaleza entre sí y con su todo”, porque para saber esto habría que conocer toda la naturaleza y sus partes. Pero el entendimiento del hombre racional “se forja por sí mismo sus instrumentos espirituales, mediante los cuales adquiere la capacidad de realizar nuevas obras intelectuales, y de estas obras otros instrumentos o capacidades de ulteriores indagaciones”.

     Para comprender un poco mejor este pensamiento, he seleccionado el arranque de la película “El último mohicano” (20th Century Fox 1994) de Michael Mann, según la novela de James Fenimore Cooper, en el que unos indios nativos americanos persiguen y dan caza a un venado en medio de un paraje natural sobrecogedor. Fijaros en la forma de actuar de los tres “pieles rojas”, en permanente movimiento (una idea dinámica que tendremos tiempo de analizar en nuestro siguiente artículo). El desenlace de la escena es muy interesante: los tres hombres se arrodillan delante del animal abatido (al que consideran un “hermano”) y “suplican su perdón” por haberle dado muerte, y “rinden honores a su valor”, a “su destreza en el combate” y a “su bondad de espíritu”. Para completar la actividad, convendría que le echaseis un vistazo a la famosa carta que el Jefe Seattle, de las tribus Suquamish de los territorios del noroeste, dirige en 1855 al presidente del gobierno, Franklin Pierce (y que os ofrezco en este enlace). Tan vez os ayude a comprender mejor en qué consiste eso que Espinosa llamaba “Dios (es decir la naturaleza, es decir la sustancia)”.

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