martes, 21 de marzo de 2023

Hacia una paz perpetua


     Ahora que podemos disfrutar de las múltiples libertades que nos otorga la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” (1948), convendría hacer un repaso previo a los orígenes de este documento histórico, para lo cual deberíamos empezar por la “Declaración de Independencia de los Estados Unidos” (1776), que se adelanta trece años a la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” (1789) redactada y aprobada durante la Revolución francesa. Pero tampoco debemos olvidar el texto de Immanuel Kant (1724 a 1804) que está en la base intelectual de esta y otras declaraciones, que no es otro que “Sobre la paz perpetua” (Zum ewigen Frieden, ein philosophischer Entwurf) de 1795, en la que el autor aboga por la creación de una “Confederación europea de estados republicanos” capaz de garantizar la "convivencia pacífica" entre los mismos.

     Desde la estructura global de las tres críticas kantianas ("razón pura", "razón práctica" y "juicio"), que nos muestran la "estructura interna de la razón" funcionando armónicamente, podemos llegar a cerrar un sistema de ideas que conecte el "ser específico del hombre", como ser libre, con el "mundo de los fenómenos" deterministas y con la finalidad que vemos en la naturaleza. Kant ve depositadas en el ser humano unas posibilidades de “autorrealización” a las que éste está obligado moralmente, a través de una "historia en continuo progreso” que debe guiarnos a una “constitución civil perfecta” como meta cultural a alcanzar de forma continuada, y en la que ha de haber una progresiva aproximación de los "derechos políticos" a los "derechos naturales" y al ideal de una “sociedad armónica y pacífica”… y de una “paz permanente”. 

     He seleccionado esta escena de la reciente serie americana dirigida por Tom Hooper para la cadena HBO “John Adams” (Playtone 2008) sobre el segundo presidente de los Estados Unidos de América, el citado John Adams (Paul Giamatti), en la que el futuro mandatario, habiendo encargado a su compañero Thomas Jefferson (Stephen Dillane) un “borrador” para una futura “declaración de independencia”, muestra su asombro ante el manuscrito presentado por el literato, ya que considera que no es una mera declaración para los americanos, sino para “todos los seres humanos”. El otro invitado a la escena, Benjamin Franklin (Tom Wilkinson), hace acotaciones muy interesantes, que tendremos ocasión de comentar en el aula, sobre la "naturaleza" de las “verdades” expuestas por Jefferson en su texto, que para Franklin son "evidentes por sí mismas".

     La discusión sobre la pertinencia de la “esclavitud” es también muy jugosa: Jefferson se muestra obstinado en este punto, pero Franklin cree que la abolición es un paso radial que no sentaría bien a los estados del sur y, en vista de que no tienen suficientes aliados en favor de la declaración, prefiere posponer el debate sobre los esclavos para más adelante (sólo con Abraham Lincoln en el poder, el decimosexto presidente si mal no recuerdo, se llevará a efecto tal abolición por medio de la “Proclamación de Emancipación” casi un siglo después, en 1863). Estamos ante un momento histórico: la primera "declaración moderna de derechos para toda la humanidad", que suponen tanto la concreción del hipotético “pacto social” promovido por las teorías contractualistas (con John Locke a la cabeza) como la emergencia de los preceptos “iusnaturalistas” derivados de las mismas.

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