martes, 18 de abril de 2023

Las condiciones reales de la clase trabajadora

     Pongámonos ahora un poco más serios para tratar de comprender las tesis básicas de Karl Marx (1818-1883) al respecto de la “alienación” (Entfrendung) y de la “lucha de clases” (Klassenkampf). Os he seleccionado dos películas clásicas que abordan el tema. La primera es “Germinal” (Suevia 1993) de Claude Berri, a partir de una novela homónima de Émile Zola, en alusión al comienzo de la lucha obrera en las minas de carbón del norte de Francia a finales del siglo XIX, en la que podemos comprobar las “infames condiciones de vida del proletariado” como argumento para justificar esta “lucha contra la opresión”. El materialismo histórico entiende que son las “condiciones materiales” de los seres humanos las que determinan su “conciencia”. Fueron los filósofos idealistas alemanes los que introdujeron el concepto de “alienación” en su sentido positivo, a saber: al trabajar, al desarrollar su actividad productiva, el trabajador “se proyecta sobre los productos de su trabajo”; pone en cada objeto producido algo de su ser, toda su energía humana, sus cualidades, su imaginación, su esfuerzo, su talento, su mente (además de su “tiempo de vida”); en definitiva, el producto es una “objetivación” del trabajador, y tiene un rostro humano: al “exteriorizarse” el hombre en la naturaleza, ésta queda "humanizada", y al mismo tiempo el hombre "se hace naturaleza", queda "objetivado".

     Pero Marx invierte esta definición, afirmando que, al desarrollar su actividad, y debido al “modo de producción” basado en la “propiedad privada” (Privateigentum), los productos elaborados por el trabajador y en los que este se “exterioriza” no han retornado a él: no le han servido para la “producción social de la vida”, se han quedado en manos de unos pocos, los propietarios de los medios de producción, mientras que los no propietarios se quedan sin la mayoría de los productos que sirven para la vida. El trabajador se encuentra entonces “vaciado de sí mismo”, “desdoblado”, “roto”: los productos de su trabajo los vivencia como algo que es propiedad de otro y no como posesión propia, fruto de su esfuerzo y dedicación. Y por ello, el “objeto producido”, la “mercancía” (Ware), el bien que el capitalista vende en el mercado, le parece “extraño”, “ajeno”. Incluso el propio “trabajo” (Arbeit), que es la actividad específica del ser humano, es para él un simple “medio” para poder “reproducir su existencia material”, para poder sobrevivir. La alienación “distorsiona al hombre” haciendo que este se sienta hombre cuando realiza funciones que son meramente animales (comer, beber, procrear...), y a un tiempo haciendo que se sienta un animal cuando en principio está realizando funciones humanas (en el trabajo, cuando produce, cuando crea cosas). 

     En la segunda película seleccionada podemos comprobar cuál es el paso natural ante esta situación. En la película “Novecento” (Coproducción 1976) de Bernardo Bertolucci, tenemos un claro ejemplo de la situación del “proletariado” (Proletariat) frente al abuso de poder de los “burgueses” (Bourgeoise), los propietarios dueños del “capital” (Kapital). Hemos sustituido a los mineros franceses por campesinos italianos, pero la situación es igualmente infame: el terrateniente local “encierra a los obreros” dentro de la finca de su propiedad, en la que estos trabajan, “como si fuesen ganado” (poniendo cadenas en la entrada de la finca para que los trabajadores no puedan salir), y les impone unas “condiciones de trabajo miserables” que, finalmente, los obreros no están dispuestos a tolerar. El “capitalismo” (Kapitalismus) hace patentes sus evidentes “contradicciones internas” y se produce un alzamiento contra el “patrón”, que trae consigo una progresiva “radicalización de las acciones” (como ya vimos en la película anterior, de la que he recogido un segundo vídeo que muestra la primera huelga minera en Francia), que lleva aparejada “una inevitable lucha de clases” (como algún personaje llega a decir en algún momento del metraje).

     Queremos incidir en este punto: el materialismo histórico de Marx contempla la historia como un juego de “oposición entre contrarios” (Gegensatz zwiechen Gegensätzen), de modo tal que el progreso sólo puede venir con la “cancelación” (Stornierung) de esa oposición en una instancia superior (como ya hicieron ver los filósofos idealistas: la “síntesis” dialéctica que supere el antagonismo entre la “tesis” y la “antítesis”), y esto pasa indefectiblemente por la “lucha”, una lucha que, en opinión de Marx, es “necesaria e inevitable”, y que además es, y debe ser, “revolucionaria”. Las contradicciones históricas son las que tienen lugar en el nivel de la “estructura económica” o “infraestructura” (Infrastruktur): en las relaciones existentes entre los propietarios de los “medios de producción” (Produktionsmittel) y las “fuerzas productivas” (produktive Kräfte). Las contradicciones a nivel humano son producidas por la distinta posición de unos respecto de otros en el “proceso productivo” (produktiver Prozess). La supresión de esos contrarios sólo se puede dar a través de la “lucha revolucionaria”, porque la “dialéctica” implica “supresión de uno de los contrarios”. Por eso dice Marx que la lucha es la “comadrona de la historia” (Hebamme der Geschichte), pues sin lucha no hay mejora: la lucha es la “mediación” necesaria para que haya “progreso histórico”.

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