domingo, 12 de noviembre de 2023

Lo que vemos, oímos, tocamos, olemos, saboreamos...


     Para introducirnos en el mundo de la "percepción humana" hemos visto en el aula este interesante cortometraje de la página web Notodofilmfest titulado “Iniciación a la fotografía” (2013) de Nico Aguerre, donde comprobamos como nuestros “sentidos” a veces nos provocan “sensaciones” que nos impiden comprender verdaderamente qué es lo que está pasando. Un ejemplo similar lo podéis encontrar en el vídeo que cierra este artículo, extraído de la película “Interstate 60” (Firewords, EEUU, 2002) de Bob Gale, donde un enigmático doctor llamado Ray (Christopher Lloyd) enseña a uno de sus pacientes lo complejo que puede resultar el proceso perceptivo, pues nuestra “experiencia previa” sobre la realidad, o bien nuestras “motivaciones, deseos, intereses”, nos fuerzan a percibir cosas que realmente no existen, o que no son tal y como creemos que son. Podemos comprobarlo también en este interesante enlace que nos muestra un "experimento sobre audición" verdaderamente impactante.

     ¿Cómo funciona realimente nuestro “proceso perceptivo”? Para dar una adecuada respuesta a esta pregunta debemos establecer una diferenciación inicial entre tres conceptos fundamentales: “estímulo”, “sensación” y “percepción”. Un “estímulo” es una “energía física” procedente del mundo exterior o de nuestro propio interior que causa en nosotros una “excitación de un órgano sensorial” (como un haz de luz incide en el ojo o una frecuencia de sonido lo hace en el oído). La “sensación” es la detección de uno de estos estímulos por el “órgano sensorial” pertinente, ya sea externo (cualquiera de los cinco sentidos tradicionales) o interno (los receptores del movimiento, el equilibrio y el malestar), pero esta detección se produce “en bruto”, sin que la información haya sido elaborada o tenga significado. La “percepción” es el “proceso mental constructivo” por el cual organizamos las sensaciones y las dotamos de una “estructura” (“Gestalt” en alemán), puesto que nuestro cerebro le otorga un sentido a los datos que le llegan de la sensación y nos permite captar “conjuntos” o “formas” que hacen que los múltiples mensajes sensoriales recibidos se conviertan en “percepciones conscientes”.

     El proceso perceptivo en sí mismo se puede definir como la interacción de cuatro operaciones sucesivas, cuatro “fases perceptivas” diferenciadas que pasamos a comentar a continuación. Empezamos por la “detección” de un estímulo por medio de un sentido concreto (pues cada uno dispone de “receptores específicos”, como el tímpano o las papilas gustativas); pasamos a la “transducción”, operación por la que estos órganos sensoriales convierten la energía física estimular (luz, frecuencia sonora, temperatura…) en “mensajes nerviosos” específicos; viene a continuación la “transmisión”, que es el momento en que esa energía electroquímica adquiere suficiente intensidad para desencadenar un “potencial de acción” o “impulso nervioso” que llega de forma “codificada” al área cerebral específica (visual, auditiva, táctil…) encargada de procesarla, que es el cuarto momento que concluye el proceso: el “procesamiento” es la operación mediante la cual el “cerebro” organiza e interpreta la información y la convierte en “experiencias conscientes” para el individuo. Este largo proceso perceptivo nos indica que no percibimos el mundo “tal cual es”, de forma simple y automática, sino que lo “construimos” nosotros mismos… y por eso mismo elementos como la atención, la experiencia previa o la motivación son fundamentales.

     Respecto de los “órganos sensoriales” que intervienen en el proceso, cabría diferenciar entre los “exteroceptores” o “sentidos externos” (nuestros cinco sentidos básicos: vista, oído, tacto, olfato y gusto) que nos informan de la realidad exterior (los dos primeros son los más desarrollados en los humanos, mientras los tres últimos, llamados “nocioceptores”, tienen un impacto menos acusado en nuestras vidas); los “interoceptores” o “sentido orgánico”, que regula la actividad de nuestras “células viscerales” y nos advierte de los estados fisiológicos más evidentes (como el hambre, la sed, el cansancio…) además e avisarnos de las sustancias nocivas para el organismo; y los “propioceptores”, que combinan el “sentido cenestésico” (que nos informa de la “posición relativa” del cuerpo y de la “tensión muscular”) con el “sistema vestibular” (que nos facilita información sobre el “movimiento” y la “orientación” de la cabeza y el cuerpo respecto a la tierra conforme nos desplazamos, ya sea por nosotros mismos o por impulso de algún vehículo).

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