domingo, 31 de marzo de 2024

De puercos, fantasmas, mesías y escobas

     Para rematar la temática acerca del concepto de "cultura humana" os había sugerido la lectura de un libro de especial relevancia, “Vacas, cerdos, guerras y brujas” de Marvin Harris (1927 a 2001) y se me ha ocurrido que quizá os resulte útil ejemplificar algunos de sus capítulos a través de una serie de películas de variada condición. Comenzamos con un pequeño análisis de las “porcofobias” y las “porcofilias”. En la película “Babe, el cerdito valiente” (Universal, Australia, 1995) de Chris Noonan, se nos muestra un interesante análisis del "comportamiento animal" (desde el punto de vista “etic” de los humanos, por supuesto), y se nos presenta una granja en la que los animales se comportan como personas, con todas las características de una “sociedad”, incluyendo “grupos”, “normas” e “instituciones”. Pero más allá de este hecho, se nos presenta a un cerdito verdaderamente encantador, capaz de comportarse como un verdadero “perro pastor” y de dominar a las ovejas, no a través de la autoridad y la violencia, sino mediante la “buena educación” y los “modales corteses”. Puede que algunas culturas amantes de los cerdos vean a estos animales de igual manera, no como muchas de las culturas “semíticas”, que aborrecen no solo su carne, sino al animal en su totalidad.

     Harris nos enseña que la idea de que los cerdos son especialmente repugnantes es un “falso mito” del que debemos liberarnos: el supuesto de que son transmisores de “graves enfermedades” para el hombre, como la “brucelosis” o el “ántrax”, no es algo que deba achacarse en exclusividad a los porcinos (otros animales domésticos son potencialmente igual de peligrosos, sin por ello ser despreciados en la dieta diaria) y la suposición de que son “animales sucios” es igualmente infundada, pues es cierto que necesitan "refrescarse" continuamente, y lo hacen adecuadamente (manteniendo un nivel higiénico intachable) salvo que no encuentran las condiciones idóneas (un clima favorable) en cuyo caso echan mano de "todo lo que tienen a su alrededor", incluidos sus propios excrementos, para aliviar sus sofocos. En climas muy cálidos, esta idea de suciedad ha servido como excusa perfecta para “prohibir el consumo” de carne de cerdo: Oriente Próximo no es el lugar más recomendable para la cría de este tipo de ganado, por las implicaciones económicas que ello supone, y que afectan tanto al “mantenimiento de los animales” como a su posterior “reconversión en materia alimenticia”. Algo que no les pasa a las tribus amazónicas o a los aborígenes de Nueva Guinea, que gustan de la compañía y alimento de este delicioso animal, del que en España solemos decir que nos gustan “hasta los andares”.

     Nos adentramos ahora en el concepto de “cargo fantasma” propio de las tribus y culturas de la zona conocida como Madang. Me inspiro para ello en la película “Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno” (Warner Bros, Australia, 1985) de George Miller, una interesante cinta que nos muestra un "futuro apocalíptico" nada halagüeño. Tras una serie de peripecias, el protagonista recala en una gruta en la que habitan unos jóvenes que han formado una pequeña “comunidad tribal”, aparentemente organizados socialmente a través de la primigenia “división del trabajo”: se aprecia un “líder”, un “chamán”, un “jefe militar” y una “cronista oficial” que recoge los "mitos" compartidos por todos a través de “narraciones” teatralizadas (como podéis comprobar en el vídeo previo y en este enlace que continúa la historia). Esta joven relata al forastero la historia de un “avión venido de lejos” que trajo consigo prosperidad y bienes, y comenta la espera consiguiente de la tribu hasta la aparición del “capitán” que les rescate de su situación actual y los conduzca hacia un futuro más próspero. No es exactamente lo mismo que les ocurre a los “kwakiutl”, pues los pequeños de nuestra película esperan ser “rescatados” y conducidos a otros lugares, pero algo podremos sacar en claro de todo este asusto.

     El mito del “cargo fantasma” supone, según Harris, un modo adecuado de gestionar los recursos existentes en un entorno deprimido. El hecho de que los indígenas sondeen el horizonte a la espera de la llegada del “cargo” es una manera adecuada de “control social”, que permite a la comunidad mantenerse unida frente a la adversidad y buscar soluciones colectivas a los problemas comunes: en otras palabras, que garantiza la “cohesión social” del grupo entendida como una situación de “equilibrio” en la que se respeta y acepta la “estructura social” y se abortan los posibles conflictos inherentes a la vida en comunidad. Es especialmente interesante el análisis que hace Harris en lo tocante a la "reconversión de las enseñanzas cristianas" por parte de los nativos: a pesar de que parecen asimilar perfectamente las enseñanzas bíblicas, en realidad están "traduciendo" todos los motivos y símbolos cristianos a su propio “lenguaje del cargo”, para así tener clara la necesidad de unión entre ellos frente a los usurpadores extranjeros. Algo similar es lo que vemos en la película, cuando el protagonista trata de convencer a los muchachos de que él no es el hombre que esperan, y ellos "niegan este principio" y "se respaldan unos a otros", apoyados en el mito que les da solidez como grupo.

     En tercer lugar, analizaremos la idea de “mesías” en sus dos acepciones: en tanto “líder revolucionario” y en tanto “príncipe pacífico”. Para comprender mejor esta diferencia, tomaremos prestada esta escena de la película “La última tentación de Cristo” (Universal, EEUU, 1988) de Martin Scorsese, según la novela homónima de Nikos Kazantzakis. Os explico: crucificado en el Gólgota, Jesús de Nazaret recibe la visita de un ángel que le dice que "ha sido perdonado", que Dios le concede la posibilidad de escapar a su destino como "mártir" y vivir su vida de forma libre y plena. A partir de entonces, Jesús contrae matrimonio, tiene hijos... es decir, disfruta de la vida normal de un hombre "de carne y hueso" (esta es su “última tentación”). Hasta que se encuentra con Saul, luego llamado Pablo de Tarso, que predica que Jesús fue crucificado para la “redención de los pecados” de los hombres, "murió crucificado", “resucitó al tercer día" y “ascendió a los cielos”. En el siguiente enlace veréis a un Jesús, ya viejo y moribundo, recibir la visita de Judas Iscariote (al que la película muestra como lo que era: un “zelote” más interesado por la “liberación de Judea” que por la “salvación de su alma”). Lo que le critica duramente entonces Judas a Jesús es el hecho de haber "traicionado la causa" por la que ambos lucharon juntos: la “guerra revolucionaria” contra la tiranía romana.

     Es interesante comprobar como el análisis de Harris se centra en la evolución de un personaje como Jesús de mero “líder revolucionario” (uno de los muchísimos que habitaron Judea en la época en que el nazareno predicó en el desierto) a “príncipe pacífico”. Los motivos de tal cambio habría que buscarlos en la apropiación por parte de los sucesores de Cristo de un "modo de vida no violento”, seguramente más apropiado para vivir de forma más confortable en plena dominación romana, tras las masacres perpetradas por estos contra todo movimiento o revuelta "antisistema". Aunque Jesús y su círculo íntimo de discípulos fueron capaces de realizar "actos políticos violentos", los Evangelios, escritos con posterioridad a los hechos, cambiaron el equilibrio de la conciencia respecto del estilo de vida de Jesús en la dirección de un “mesías pacífico”, imagen que no se perfeccionó hasta después de la caída de Jerusalén, y que permitió sentar las bases para el "culto del mesianismo pacífico" (de la mano, precisamente, de Pablo de Tarso, que será el primero en “fijar el dogma” y que tratará por todos los medios de extender este dogma a los no judíos justo en el momento en que se daban las condiciones históricas adecuadas para la difusión de este culto pacífico entre "cristianos judíos" y "gentiles conversos").

     Para el tema de la “brujería” he seleccionado este cuarto momento, sugerido en el tráiler de la película “El crisol” (20th Century Fox, EEUU, 1996) de Nicholas Hytner, según la obra de teatro de Arthur Miller titulada “Las brujas de Salem”. Tanto la novela como la película recrean los hechos reales acaecidos en Masachusetts entorno a la persecución, captura y juicio de una serie de personas acusadas de “prácticas diabólicas” por unas jóvenes locales. La historia, de hecho, se centra en el “amor imposible” (por no correspondido) entre una jovencísima campesina y un maduro granjero, ya asentado como pequeño propietario, casado y con hijos, que despacha sin miramientos sus "insinuaciones eróticas". La vergüenza por el rechazo lleva a la joven primero a mentir contra él y contra su mujer, y luego a involucrar a todo el pueblo en un rocambolesco “proceso inquisitorial” en su contra. Como consecuencia de las fantasías de la joven ofendida (a la que nadie pide prueba alguna de sus aseveraciones), el pueblo entero se lanza a la “caza y captura” de “malvadas brujas”, en un desproporcionado intento por limpiar la aldea de maldad, tratando de involucrar a cuantas más personas mejor en este desafortunado intento por redistribuir las “fuerzas de poder” y las “propiedades privadas” entre los aldeanos.

     Una de las consideraciones más interesantes sobre este tema de Harris se centra en la idea de que la "lucha contra la brujería" actuó como una forma de “defensa de la estructura institucional” en la Europa de los siglos XVI y XVII, que coincidiría con la expansión del “mesianismo revolucionario europeo” propio de los grupos “protestantes”, que trataban así de reformular las tesis católicas y que fueron perseguidos por ello. El caso de América es más desconcertante aún, por cuanto en estas tierras se dieron cita centenares de “variantes religiosas” procedentes del viejo continente que "rivalizaban entre sí por mantener la hegemonía". Pero el aspecto más interesante del análisis de Harris versa sobre el tema de la “sexualidad”, que en la película queda ampliamente reflejado en varias escenas en las que las jóvenes vírgenes son presa de “deseos incontrolables” que atentan contra los “principios morales” asentados es su comunidad: la idea de la “escoba” como símbolo fálico y el uso de “ungüentos y pócimas” no tanto como elixires amorosos sino como fármacos alucinógenos, sería un buen ejemplo de este análisis.

     Y como no podía ser menos, un pequeño momento de humor e ironía, tan útil en la metodología filosófica, a partir de la película de los Monty Python titulada “Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores” (Columbia, EEUU, 1974) dirigida por Terry Gilliam y Terry Jones. En un momento especialmente divertido de sus peripecias (podéis consultar algunos más en este enlace), un señor feudal recibe la visita de un enfurecido grupo de aldeanos que acusan a una joven de "prácticas de brujería". Fijémonos en que la escena comienza precisamente siguiendo el paso a un grupo de “mendicantes” (integristas cristianos), y que procuraban allanar el terreno para la llegada de la llamada “Tercera Edad”, la del “Espíritu Santo”. A continuación vemos a una masa tumultuosa que, presa del pánico, se esfuerza por “quemar en la hoguera” a la que consideran culpable de sus "terribles desgracias" (que a menudo se daban en esta época en forma de inundaciones, sequías, malas cosechas, hambrunas y enfermedades de todo tipo), y comprobamos las ridículas artimañas para condenar a las mujeres que "se apartaban de las normas y costumbres establecidas", o que eran demasiado “independientes” para plegarse a una sexualidad machista y represora, y a las que se llega a comparar con animales innobles o con… “madera”.

     La maestría de Marvin Harris a la hora de profundizar sobre estos "fenómenos antropológicos" se evidencia con toda claridad en el pequeño documental que cierra el artículo, que nos introduce además en otros elementos de análisis como la “vaca madre”, el “potlatch o prestigio” y la “guerra primitiva”. El cuidado estilo divulgativo del autor es patente no solo en “Vacas, cerdos, guerras, brujas”, sino también en otras obras fascinantes como “Jefes, cabecillas y abusones”, “Caníbales y reyes” o “Bueno para comer”. Si queréis profundizar un poco más las teorías antropológicas del fundador del materialismo cultural, os recomiendo vivamente algunas de sus obras académicas más influyentes, como “El desarrollo de la teoría antropológica”, la imprescindible “Introducción a la antropología general” y la demoledora “El materialismo cultural”. También podéis explorar en Youtube algunas de sus entrevistas (como la que concedió en 1985 a RTVE, que podéis consultar en este enlace) que os permitirán acercaros a las propuestas antropológicas materialistas de este autor fundamental para comprender la complejidad de las "expresiones culturales humanas".

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