El célebre pensador Marco Aurelio (121 a 180) ha pasado a la historia como uno de los filósofos estoicos de mayor renombre antes que como insigne Emperador romano conquistador de Germania. Sus “Meditaciones” (Τὰ εἰς ἑαυτόν) son un texto muy recomendable, no solo para los amantes de la sabiduría, sino para cualquiera que se encuentre un poco “depre” y quiera “levantar el ánimo”. Marco Aurelio es una de las piezas claves para entender la película “Gladiator” (Universal 2000) del director Ridley Scott, que narra la historia del general hispano Máximo Décimo Meridio (Russell Crowe), mano derecha del Emperador, que asume la carga de sucederle y regresar a Roma con el fin de reinstaurar la República (Rēs pūblica Populī Rōmānī), aunque en el camino se cruce el hijo del Cesar, Lucio Aurelio Cómodo (161 a 192), que usurpará el poder de su padre e intentará dar muerte a Máximo (lo que por fortuna no consigue) y a toda su familia (lo que por desgracia si consigue). Esclavizado, Máximo resurge adquiriendo fama como “luchador circense” (“gladiador”), desafiando al nuevo y poderoso Emperador, ganándose el favor de las masas y enfrentándose a él en un combate sobre la arena del que sale victorioso, pues aunque éste le cueste la vida, ha conseguido “cumplir la palabra dada” al difunto Marco Aurelio (escena recogida en este enlace).
He seleccionado dos fragmentos muy interesantes: en el primero podemos ver a Máximo al frente de sus tropas en la impresionante Batalla de Vindovina (la actual Viena) contra los germanos, que abre la película y en la que el general hace gala de todas las “excelencias” (αρεταί) que se esperan de un guerrero: "arrojo", "valor", "furia"… todas ellas se aprecian en el respeto que le tienen sus hombres, el miedo que le profesan sus enemigos y la devoción que le guarda su superior Marco Aurelio, que ve en él al hombre adecuado para sucederle. El propio emperador enumera estas “virtudes” a su hijo Cómodo: “sabiduría”, “justicia”, “fortaleza” y “templanza”, virtudes de las que aquel carece, y que le impulsan a desafiar a su padre dándole muerte (lo que es un error histórico, por otro lado) como única manera de saciar su “ambición”. El contraste entre ambos personajes nos obliga a decantarnos del lado de Máximo y a despreciar las supuestas virtudes del joven Cómodo, incapaz de aceptar el “orden natural de las cosas”. Seguro que os estáis preguntando si la forma de actuar de Máximo se aproxima al “ideal ético” de los estoicos: durante la película, recibe muchos golpes, físicos y morales, y llora amargamente la muerte de sus familiares, pero poco a poco va aceptando este “destino” (fatum), al tiempo que acepta también la “misión” para la que parece haber nacido, que no es otra que la que Marco Aurelio le ha encomendado, y que él acomete como un “deber ineludible” (los deseos del Emperador se explican en este enlace).
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