jueves, 30 de diciembre de 2021

Las relaciones entre la razón y la fe

     De los muchos ejemplos que ha aportado el cine sobre la época medieval, sin duda uno de los más interesantes es “El nombre de la rosa” (WB 1986) del francés Jean-Jacques Annaud, basado en la novela homónima del filósofo italiano Umberto Eco, un notable ejercicio de estilo de uno de los mayores especialistas en filosofía medieval del que se tiene noticia. El relato tiene lugar en una recóndita abadía del norte de Italia, hacia mediados del siglo XIV. Ya hemos visto en clase que es esta una época de renovación intelectual: la Escolástica, como forma de educación cristiana integral, ha entrado definitivamente en crisis. La película cuenta la historia de Guillermo de Baskerville, trasunto de Guillermo de Ockham (1280 a 1349), con el que Eco quiere que comparta el nombre (y para dejarlo más claro, toma el apellido de la novela “El sabueso de los Baskerville” (1901) de Sir Arthur Conan Doyle, la primera obra en la que aparece el personaje de Sherlock Holmes, con el que nuestro protagonista tiene notables similitudes, en especial en la utilización del “método inductivo”). El tal Guillermo (Sean Connery) es testigo de una serie de “hechos asombrosos y terribles” que su inteligencia racional y empírica no puede evitar desentrañar.

     Sólo por admirar el ambiente que rodea a la película, la "autenticidad de los lugares", la "dramatización de los personajes" y el "rigor histórico" con que se muestra esta época convulsa y fascinante, merece la pena verla: fijémonos en la recreación de la abadía, con los distintos lugares de uso: la iglesia, el coro, el claustro, la biblioteca, la herboristería, la huerta, la cocina…; pero también en los modos y ademanes de los personajes: el abad, los escribanos, los novicios, la gente del pueblo que paga los diezmos…; además de los objetos, los vestidos, los libros… y por supuesto las conversaciones. Aunque el argumento principal se centra en la resolución de una serie de "enigmáticos crímenes" (en torno a la posesión del libro II de la “Poética” (Περὶ Ποιητικῆς) que Aristóteles dedica a la "comedia", y del que no se tiene constancia), la película desarrolla una interesante polémica entre los monjes dominicos y los monjes franciscanos, orden esta última que predica la "pobreza de Cristo" y asume esa misma pobreza para "la Iglesia" (algo que los dominicos no están dispuestos a tolerar, por lo que llegarán a acusar a los seguidores de Francisco de Asís de herejes). Junto al inicio de la película, podéis consultar estos dos interesantes videos: “La risa” y “El juicio”.

     Estos dos ejemplos pueden servir de muestra para comprender las delicadas “relaciones entre la razón y la fe”, tema central de toda la filosofía escolástica. Recordemos que, mientras los averroístas se acogían a la teoría de la “doble verdad” al afirmar que la “verdad teológica o de fe” y la “verdad filosófica o de razón” son dos principios irreconciliables, los tomistas insistían en que es posible establecer una conexión entre ambas, los llamados “preambula fidei”, suerte de “verdades mixtas” (que permitirían explicar la “inmortalidad del alma” o la “eternidad del universo”) accesibles tanto por medio de la fe como a través de la razón, con lo que se salva la polémica asegurando el conocimiento de Dios desde los dos enfoques metodológicos.

     Como sabemos, Guillermo de Ockham y la tradición crítica del siglo XIV renegará de tales presupuestos tomistas, volviendo a asumir que la fe y la razón no pueden intersectar jamás, puesto que tratan de temas completamente diferentes. Para Guillermo, la fe sostiene sus premisas en un “mundo sobrenatural”, mientras que la razón sostiene sus premisas en la “naturaleza” y el “conocimiento intuitivo sensible certero”: ambos pertenecen a planos epistemológicos distintos, y no tiene sentido que la fe busque en la razón justificación o argumento, sea este del tipo que sea; de hecho, las “verdades comunes a ambas” que postula el tomismo serán consideradas "indemostrables racionalmente", por lo que solamente podrán ser objeto de "fe religiosa".

     La película nos sirve además como excusa perfecta para introducir el pensamiento de Tomás de Aquino (1225 a 1275), quizás el más representativo de los teólogos vinculados a la Escolástica. Si bien Alberto Magno (1193 a 1280) fue el primer pensador medieval que distinguió entre el “pensamiento teológico” y el “saber científico y filosófico” (centrado en cuestiones mundanas y atento al mundo natural, siguiendo la teoría del conocimiento de Aristóteles), a Tomás le corresponde sistematizar este “desafío griego”. En “Suma de teología” (Summa theologiæ) vindica para la teología el carácter de “ciencia”, si bien en la medida en que sus “premisas” dependen de la “revelación”, pues se trata de una ciencia subordinada a la “ciencia divina”: la filosofía goza de autonomía, garantizada por la estructura de la mente humana, pero es capaz de alcanzar la verdad porque “Dios lo quiere”. En lo tocante a la "demostración de la existencia de Dios", dividió la prueba en tres grandes grupos: “a priori”, inferencias que van de la causa al efecto; “a simultaneo”, argumentos que van de un atributo de la esencia divina a otro; y “a posteriori”, razonamientos que van del efecto a la causa y que Tomás sintetiza en las archiconocidas “Cinco Vías” (Quinque viae), que parten de cinco “principios generales” que rigen el orden de los fenómenos y, por prohibición de regreso al infinito, constatan la existencia de cinco entes, que en realidad son el mismo: “Primer motor inmóvil”, “Causa eficiente primera”, “Ser necesario”, “Causa de todas la perfecciones” y “Suprema inteligencia”… y concluye: “y esto es a lo que todos llaman Dios”.

     Pero ya que hemos hablado de Guillermo de Ockham, convendría echar un vistazo a una de sus aportaciones más relevantes, la llamada “Navaja de Ockham”, un principio metodológico de enorme modernidad que se conoce también como “principio de economía”, determinante para el desarrollo de la ciencia posterior, que dice así: “entia non sunt multiplicanda praeter necesitatis”, lo que dicho de otro modo significa que “dadas dos explicaciones para un mismo hecho, la más sencilla siempre es la correcta” (a tal efecto, conviene consultar también los enlaces en los que Guillermo resuelve los crímenes de la abadía: “Primeras deducciones” y “Conclusiones finales”). La reciente “Contacto” (WB 1997) de Robert Zemeckis, a partir de un relato de ciencia ficción de Carl Sagan, trabaja sobre este presupuesto. La joven científica de la NASA Eleonor Ann Arroway (Jodie Foster) estudia el cielo en busca de una posible señal de vida inteligente fuera de nuestro Sistema Solar, cuando recibe una misiva extraterrestre en la que, en lenguaje matemático, se ofrecen los planos para la construcción de una nave espacial capaz de transportarla a otra galaxia. Construida la nave, nuestra científica viaja en el espacio durante “unas 18 horas”, pero al volver se entera de que la nave no se ha movido de su sitio. Por tanto: ¿qué es más sensato, pensar que ha viajado en el espacio, como ella cree, o que todo ha sido una ilusión, como creen todos los demás? El final de la película nos tiene reservada una pequeña sorpresa… que no os revelo para no estropearos su visionado (consúltala en este enlace).

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