martes, 7 de marzo de 2023

¿El mundo desaparece al cerrar los ojos?

 

     Vamos a tratar de abordar el pensamiento de David Hume (1711 a 1776) a partir de la reciente película “Memento” (Columbia 2000) de Christopher Nolan, que nos plantea un interesante análisis del concepto de “memoria”. Os pongo en antecedentes: Leonard Shelvy (Guy Pearce), un antiguo investigador de seguros, vive obsesionado con la idea de capturar a John G. el hombre que violó y asesinó a su mujer. Pero Leonard sufre un problema de memoria conocido como “amnesia anterógrada”: durante el incidente que acabó con la vida de su mujer, él mismo fue golpeado en la cabeza, y desde ese momento es “incapaz de generar nuevos recuerdos" (técnicamente, sus recuerdos recientes no pasan a la “memoria a largo plazo”, con lo que al poco tiempo de empezar a hacer algo “no recuerda” por qué lo está haciendo, cómo ha llegado hasta allí, o quién es el tipo que tiene delante...). La idea es muy interesante: puesto que no puede crear nuevos recuerdos, no puede “saber” lo que está haciendo, es decir: “no tiene ningún conocimiento”. Leonard soluciona esto dejándose continuas “notas” de sus acciones, incluso “tatuándose el cuerpo” con mensajes para luego recordar “los hechos”, pero también modificando algunas de sus anotaciones y alterando el valor de sus conclusiones para “engañarse a sí mismo”.

     En una interesante conversación entre Leonard y Teddy (John Pantoliano), el policía encargado del caso que trata de ayudar a nuestro protagonista a encontrar al asesino de su esposa, Leonard defiende la inconsistencia de la “memoria” (que no es mas que una "interpretación" que distorsiona la realidad) frente a la solidez de los “hechos” (que nos ofrecen un saber "incuestionable"). Este argumento nos permite revisar la interesante distinción humeana entre las “relaciones de ideas” y las “cuestiones de hecho”. El conocimiento de las “relaciones de ideas” (association of ideas) es el característico de aquellos enunciados cuya verdad “no necesita ser probada por la experiencia”, ya que dependen únicamente del significado de ciertos símbolos, lo que sucede con los enunciados de la matemática y de la lógica que, puesto que hacen “abstracción” completa de cualquier contenido empírico, pueden demostrar su verdad con “absoluta necesidad” atendiendo sólo a la forma del enunciado. Por el contrario, el conocimiento sobre “cuestiones de hecho” (questions of fact) es el característico de los enunciados de las ciencias empíricas, referidos en este caso a datos de la experiencia que obtenemos a partir de las “impresiones”; lo característico de ellas es que su verdad “no puede establecerse con rango de necesidad”, ni demostrativa ni intuitivamente, sino solo con rango de “probabilidad”... En el primero de los vídeos seleccionados comprobamos como Leonard tiene una absoluta certeza de ciertas cosas "que se dan por sentadas", pero no puede dar crédito a aquellas otras cosas "que le dicta su memoria" porque, por desgracia para él, no dispone de esos datos... y por eso tiene que tatuárselos en la piel.

     En la escena final de la película, las ideas de Hume se revelan de forma más evidente: "todo nuestro conocimiento procede de la experiencia", bien sea por "impresión directa" del mundo a través de los sentidos, bien sea por "reflexión interna" de la mente a través de las ideas, que no son otra cosa que “recuerdos actuales de impresiones del pasado”. Hume concluye que para que una idea sea tenida por conocimiento verdadero ha de “derivar de una impresión previa”. Pero: ¿cómo podemos generar una idea si nos es imposible retenerla en la memoria? Eso le ocurre a Leonard, que nunca sabe qué está haciendo, porque no ha podido generar el “recuerdo” que le permita “conocer el mundo”. Y aun así, el insiste en que el mundo está ahí, que “el mundo no desaparece al cerrar los ojos” (cuando dejamos de tener impresiones) porque puedo recordarlo (aunque no pueda sentirlo, puedo pensarlo, puedo tener conocimiento de su existencia a través de las ideas que me he formado de él). Pero en una vuelta de tuerca argumental magistral, Leonard se justifica diciendo que “tengo que creer que el mundo sigue ahí”, “tengo que creer que mis actos tienen sentido” (aunque no los recuerde), y esta es la clave. Para Hume todo está en este concepto de “creencia” (credence): es la “costumbre” (custom), el “habito” (habit), lo que nos permite “proyectar el pasado hacia el futuro” y creer que “el mundo permanecerá igual a como era en el pasado”, lo que nos facilita el continuar adelante con nuestras vidas, conscientes de que “el mundo sigue ahí”, si bien esta supuesta evidencia es tan solo una creencia, y no un verdadero conocimiento, un saber cierto en sentido pleno.

     Este es, además, el punto de partida utilizado por Hume para desmantelar la teoría metafísica cartesiana de las “tres sustancias”. Puesto que ninguna de ellas es una “idea clara y evidente” (esto es, “no derivan de ninguna impresión”), las tres son tan solo “fantasías creadas por la imaginación”, meros nombres vacíos de contenido, sin significado alguno y que no remiten a ningún objeto real. En principio, todos nosotros tenemos “conciencia del mundo”, en tanto que realidad permanente e inalterada que no cambia y se mantiene constante al margen de nuestro pensamiento. Pero esta conciencia del mundo no es verdadero “conocimiento del mundo”, puesto que del mundo sólo podemos tener conocimiento “viéndolo”, “oliéndolo”, “tocándolo”... y lo que vemos, olemos y tocamos son siempre impresiones momentáneas, concretas (y por lo tanto “cambiantes”, nunca “permanentes”): no existe un “Mundo” al margen de nuestras impresiones particulares de este o aquel objeto real, del que tenemos constancia de forma inmediata a través de nuestros sentidos. A Leonard, encerrado como Hume en su “psicologísmo personal”, solo le cabe “creer” que "el mundo existe", porque si no cree, su propio mundo se vendría abajo, al estar limitado por esa extraña enfermedad que le impide “generar ideas”.

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