martes, 24 de octubre de 2023

Los intereses del conocimiento

     Una vez hemos visto cómo funciona nuestro conocimiento, debemos precisar cuáles son sus “intereses”, “posibilidades” y “límites”. Este primer artículo, de una serie de cuatro, nos sitúa ante la pregunta: "¿para qué sirve el conocimiento?" o, dicho con otras palabras, "¿qué intereses nos mueven a conocer?" Según Immanuel Kant (1724 a 1804) dos eran los posibles usos de la razón: el “uso teórico” y el “uso práctico”. El primero nos permitiría establecer los “principios y límites” que hacen posible un conocimiento científico de la Naturaleza y de la verdad, mientras que el segundo nos permitiría establecer los “principios y condiciones” para que la razón pueda obrar con una plena libertad. Ya hemos comentado esta diferencia al definir los dos polos de la racionalidad, al diferenciar los términos “racionalidad teórica” y “racionalidad práctica”. El primero de estos usos ha sido ampliamente tratado en el tema precedente, en especial al hablar del “método de las ciencias naturales” y del “principio de causalidad” establecido por estas mismas ciencias. El segundo uso nos acercaría a los ámbitos de la “ética” y la "moral", y también de la "política" (de los que tenemos abundantes ejemplos en esta misma bitácora en la categoría de Educación en valores cívicos y éticos).

     Pero algunos autores modernos han insistido en precisar un poco más esta idea, al diferenciar tres grandes "intereses" que moverían al conocimiento. Tanto Karl-Otto Apel (1922 a 2017) como Jürgen Habermas (1929-), integrantes de la segunda generación de la Escuela de Fránkfort, han insistido en definir un “interés técnico”, un “interés práctico” y un “interés emancipador”. El primero es esencialmente un interés “dominador y explotador de la naturaleza”, en el sentido de que busca someterla a través del conocimiento; el segundo es un interés orientado a “la comunicación y el entendimiento”, que muestra su utilidad especialmente en los ámbitos de la ética y de la política; y el tercero es un interés por liberar a los seres humanos de “la dominación y la represión”, por lo que tendría un marcado carácter crítico, en el sentido de "crítica de las instituciones sociales y de la cultura". La técnica nos permitiría “explicar” el mundo a través de las ciencias naturales, y de este uso e interés del conocimiento ya hemos hablado en numerosas ocasiones, a través de ejemplos de todo tipo, así que vamos a intentar definir los dos que nos quedan: el interés práctico y el interés emancipador.

     He tomado prestado este ejemplo de la película “Muerte entre las flores” (20th Fox 1990) de los magistrales hermanos Joel y Ethan Coen. En medio de una guerra entre bandas mafiosas en el Chicago de los años 30, un viejo “capo irlandés” es amenazado por sus rivales italianos, que envían a un par de "sicarios" para acabar con su vida. La escena es todo un prodigio de montaje que nos permite explicar cómo podemos hacer un “uso de la razón de forma práctica”. Los asesinos entran por la planta baja de la casa y matan a los guardas, pero no se cercioran de que han prendido "fuego" a la casa… y nuestro viejo gangster percibe el "humo" en el piso de arriba. Pero no se trata simplemente de establecer una “explicación” física, una simple explicación causal (en este caso, del efecto conocido a la causa que se desea conocer: humo… luego fuego), sino que el protagonista va más allá al percatarse de que “algo va mal”, con lo que nos adentramos en el ámbito de la “comprensión”, esa operación mental que nos resulta tan útil para conocer la historia, pero que aquí tiene un uso mucho más profano: “salvar el pellejo”. Como dice finalmente uno de los personajes: “el viejo aún es un artista con una Thompson en la mano”.

     En la más reciente “Trainspotting” (Channel4, Reino Unido, 1996) de Danny Boyle, tenemos un ejemplo radicalmente diferente, y nunca mejor dicho. Para los autores citados, el conocimiento no debe limitarse a explicar o comprender el mundo, sino que además debe tratar de “criticarlo”. La totalidad de los fenómenos sociales son vistos entonces como “mecanismos de control” que tienen por objeto “dominar al ser humano” y “privarle de su libertad”. Es necesario establecer una “crítica de las ideas e instituciones" que gobiernan el mundo social, desde las propias "ciencias sociales" (la psicología, la economía, la sociología…), que permita liberar al hombre de este destino aciago. El arranque de la película es toda una declaración de principios: “¡Elige la vida!”. El protagonista (un jonqui, un lumpen, un analfabeto) enumera una tras otra todas las “necesidades” que la “sociedad del bienestar” nos impone, y que se resumen en una simple máxima: “produce y consume”. De nada vales si estás enfermo, si estás loco, si vives al margen… solo nos interesa tenerte controlado para que seas “uno más”, lo que nos ahorraría un montón de problemas, porque alguien que "piensa por sí mismo" es un peligro… para toda la sociedad. Pero cuidado, esto no debe sonar a apología de las drogas, pues en un momento de la película el protagonista dice: “yo elegí no elegir la vida…” cuando es posible vivir la vida ¡eligiéndola! 

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