Pasemos
del conocimiento de “hechos” al conocimiento de “ideas”. De nuevo nos encontramos con una filiación muy
común, la que se establece entre el “racionalismo” y el “idealismo”. Aunque,
nuevamente, no todo “modelo racionalista”
responde a un patrón idealista, tal es el caso de Benito Espinosa (1633 a 1677) un filósofo materialista que proclama
el origen racional del conocimiento. Pero nosotros nos vamos a centrar en René Descartes (1596 a 1650). Para comprender mejor su pensamiento
convendría echar un vistazo a los artículo
“Un repaso a la duda metódica” y “La evidencia del cogito”,
publicados ambos en esta bitácora en
la etiqueta Historia de la filosofía. También os pueden resultar interesantes los artículos “Parménides y la pastilla roja” y el acercamiento que hacemos al “mito de la caverna” de Platón (427 a 347 a.n.e.) en el artículo “Matrix y la alegoría de la caverna”. Podéis consultar igualmente el pensamiento de Gottfried Wilhelm Leibniz (1646 a 1716) en el artículo "El mejor de los mundos posibles", todos ellos de nuevo en esta bitácora.
Vamos
a trabajar a partir de la película “Matrix” (Warner Bross, EEUU 1999) de los Hermanos Wachowski.
La famosa secuencia del
constructor, en la que Neo (Keanu Reeves) descubre
el engaño que supone Matrix y se pregunta “¿qué es real?”, enlaza directamente
con el pensamiento racionalista de Descartes. Al ejercitar su duda metódica, el
autor elimina la totalidad del mundo real, que queda reducido a puro
pensamiento: “yo existo, porque yo pienso”, y esta es la única certeza que
puedo sostener, una certeza a la que llego por una intuición intelectual (en la
película, el propio Morfeo (Laurence Fishburne) indica a
Neo: “por desgracia, es imposible explicar qué es Matrix: has de verlo con
tus propios ojos”, lo que debemos interpretar a la manera platónica: “ver”
(“eideo”)
con los “ojos de la mente”. Lo que, en definitiva, sostiene Descartes es
que “el sujeto precede al objeto”, que no es otra cosa que el resultado de la
acción del primero, que “la realidad es fruto del pensamiento”, del sujeto que
piensa.
Hablando con propiedad, los idealistas sostienen que el ser humano es incapaz de conocer el mundo “directamente”, esto es, de forma “inmediata”: no podemos conocer “las cosas” (“la realidad”, que etimológicamente significa “el conjunto de las cosas”), puesto que nuestro conocimiento necesita de un “elemento intermedio” entre la realidad y nosotros, de una “representación mental” de los objetos que llamamos “ideas”. Conocemos el mundo de forma “mediata”, esto es, “por medio de ideas”, que son las que interceden entre nosotros y el mundo para hacer este cognoscible. Pero si “el mundo se revela a la razón” es porque el mundo es, precisamente, “racional”, en el sentido en que lo conciben Galileo Galilei (1562 a 1642) y el resto de científicos modernos: “la realidad se revela matemáticamente”, se reduce a proporciones matemáticas, algo que los griegos conocían muy bien, de Parménides de Elea (¿530 a 470? a.n.e) a Aristarco de Samos (310 a 230 a.n.e.).
Un ejemplo de ello lo encontramos en este interesante análisis del número φ (phi) (1.618033…), que conocemos como “número áureo”, que era perfectamente conocido por los griegos, especialmente por los “pitagóricos” y los “platónicos”. Lo que nos sugiere el vídeo es que la realidad se estructura, se ordena, siguiendo unas “leyes racionales” que actúan de forma necesaria. Resulta interesante comprobar cómo el crecimiento y formación de las flores, el vuelo de las aves, la constitución de los animales evolutivamente más simples, responde a un “plan premeditado”: la naturaleza “programa una serie de normas” que los seres naturales (las “naturalezas simples” de las que nos habla Descartes) siguen al pie de la letra: el mundo es un “cosmos”, es decir, un “conjunto ordenado” por la propia naturaleza conforme a “principios racionales”.
No
es de extrañar que el ser humano “copie” estas estructuras matemáticas y las
reproduzca permanentemente en sus “construcciones artificiales” y en sus “creaciones artísticas” que, como nos dice Aristóteles (384 a 322 a.n.e.) tratan de “imitan a la naturaleza”. En este
sentido, las representaciones arquitectónicas y pictóricas son una “réplica” de
la propia naturaleza (en este caso, a partir de la “proporción aurea”, como evidencia el vídeo con el que se cierra este artículo). Para
Platón,
no habría nada más sencillo de explicar: las recreaciones humanas “imitan las
formas puras”, las ideas, que según este autor son conocidas previamente a cualquier “experiencia particular”. Ideas que se nos dan a la razón “de forma innata”.
En esta misma línea de pensamiento nos encontramos a Descartes y a todos los
pensadores “racionalistas modernos” que comparten este modelo de conocimiento
idealista.
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